Virginia Despentes es una escritora que se pasó ayer por la contraportada de La Vanguardia a decir unas cuantas cosas interesantes. La de El Mundo sufre todavía el hueco de Umbral, al que el destino le dejó sangrando por dos heridas: su muerte solapada por la de un futbolista y en su columa una firma ambulante, irregular y errática por la que probablemente ya habrá pasado Isabel San Sebastián y en la que se echará en falta, seguro, Maruja Torres.
La contra de La Vanguardia es a día de hoy un espacio de fidelidad, y así lo entienden los entrevistados. Despentes ofreció ayer una entrevista que hay que leer despacio en las clases de Eduación para la Ciudadanía y en las asambleas de las Juventudes Socialistas, de paso, para que aprendan un poco de la vida y de la belleza, si quieren. “Soy fea y escribo para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables”. El entrevistador, Lluís Amiguet, empieza de miedo: “Yo no la encuentro tan fea”. Y ella suelta la primera verdad, con lo difícil que está el mercado de verdades. “Yo aclaro que soy fea porque cuando eres mujer, seas escritora, trapecista o Segolene Royal, lo primero que te interesa de ti a los hombres y a las mujeres, es saber si eres fea”. A Despentes la violaron (“que te violen es parte de ser mujer”) y durante dos años ejerció de puta, pero sin presiones, seleccionando clientela. “Ser puta es entender perfectamente en qué consiste la belleza [...] Otras aguantan al viejo las veinticuatro horas del día. Y luego, cuando envejecen, el viejo se las quita de encima y se va con la joven, y han cobrado menos por hora que yo”. Bendita Despentes, después de leerla ya nadie en su sano juicio piensa si es guapa o fea: no es una victoria menor.
El pasado martes La Vanguardia se hizo un lifting. Más color, más infografía, más más. Cuando una refugiada acude a Rick en Casablanca en busca de ayuda le pregunta sobre el capitán Renault, y Bogart responde de manera gloriosa: “Es un hombre como cualquier otro hombre, pero más”. Quizás la filosofía deba ser mejor color, mejor infografía y mejor mejor. Pero esto lo dice un lector viejo que a veces naufraga en el color, y cuyo ideal de página es una sábana limpia de polvo y paja, si acaso con una foto muy descriptiva y punto. A veces, el director Galocha pasaba delante de mí las páginas de un reportaje dominical que necesitaba su aprobación y respondía, entre la irritación y el hastío: “Paréceme moi ben que empeces a escribir unha novela”.
El lifting del periódico barcelonés traía a Imre Kertész en la contraportada con un bellísimo titular: “Los verdaderos canallas siempre vienen a salvar el mundo”. Y habla de la trascendencia: “Cuando llegamos a Auschwitz, unos seres extraños con uniforme de preso subieron al vagón de mercancías e insistieron en que en lugar de 15 años yo tenía 16. Luego pasamos todos ante un oficial médico que nos preguntaba la edad. Por impulso dije 16. Todos mis compañeros, de 15 o menos, fueron directamente a la cámara de gas”. Las exigencias del destino son a veces traumáticas. Recordé lo leído la semana pasada en un reportaje de El País sobre Philip K. Dick, al que le encantaba una anécdota que al parecer relató una vez Mark Twain sobre su mellizo, Bill. De niños se parecían tanto que para distinguirlos les ataban cintas de colores. Un día que los dejaron solos en la bañera, uno se ahogó y las cintas se habían desatado. “Nunca se supo quién de los dos había muerto, si Bill o yo”, dijo Twain. Lo curioso es que tengo la autobiografía de Twain al lado de cama y no encuentro nada de esto. Pero en El Cultural a Álvaro Mutis le preguntan por Fernando Vallejo:
La contra de La Vanguardia es a día de hoy un espacio de fidelidad, y así lo entienden los entrevistados. Despentes ofreció ayer una entrevista que hay que leer despacio en las clases de Eduación para la Ciudadanía y en las asambleas de las Juventudes Socialistas, de paso, para que aprendan un poco de la vida y de la belleza, si quieren. “Soy fea y escribo para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables”. El entrevistador, Lluís Amiguet, empieza de miedo: “Yo no la encuentro tan fea”. Y ella suelta la primera verdad, con lo difícil que está el mercado de verdades. “Yo aclaro que soy fea porque cuando eres mujer, seas escritora, trapecista o Segolene Royal, lo primero que te interesa de ti a los hombres y a las mujeres, es saber si eres fea”. A Despentes la violaron (“que te violen es parte de ser mujer”) y durante dos años ejerció de puta, pero sin presiones, seleccionando clientela. “Ser puta es entender perfectamente en qué consiste la belleza [...] Otras aguantan al viejo las veinticuatro horas del día. Y luego, cuando envejecen, el viejo se las quita de encima y se va con la joven, y han cobrado menos por hora que yo”. Bendita Despentes, después de leerla ya nadie en su sano juicio piensa si es guapa o fea: no es una victoria menor.
El pasado martes La Vanguardia se hizo un lifting. Más color, más infografía, más más. Cuando una refugiada acude a Rick en Casablanca en busca de ayuda le pregunta sobre el capitán Renault, y Bogart responde de manera gloriosa: “Es un hombre como cualquier otro hombre, pero más”. Quizás la filosofía deba ser mejor color, mejor infografía y mejor mejor. Pero esto lo dice un lector viejo que a veces naufraga en el color, y cuyo ideal de página es una sábana limpia de polvo y paja, si acaso con una foto muy descriptiva y punto. A veces, el director Galocha pasaba delante de mí las páginas de un reportaje dominical que necesitaba su aprobación y respondía, entre la irritación y el hastío: “Paréceme moi ben que empeces a escribir unha novela”.
El lifting del periódico barcelonés traía a Imre Kertész en la contraportada con un bellísimo titular: “Los verdaderos canallas siempre vienen a salvar el mundo”. Y habla de la trascendencia: “Cuando llegamos a Auschwitz, unos seres extraños con uniforme de preso subieron al vagón de mercancías e insistieron en que en lugar de 15 años yo tenía 16. Luego pasamos todos ante un oficial médico que nos preguntaba la edad. Por impulso dije 16. Todos mis compañeros, de 15 o menos, fueron directamente a la cámara de gas”. Las exigencias del destino son a veces traumáticas. Recordé lo leído la semana pasada en un reportaje de El País sobre Philip K. Dick, al que le encantaba una anécdota que al parecer relató una vez Mark Twain sobre su mellizo, Bill. De niños se parecían tanto que para distinguirlos les ataban cintas de colores. Un día que los dejaron solos en la bañera, uno se ahogó y las cintas se habían desatado. “Nunca se supo quién de los dos había muerto, si Bill o yo”, dijo Twain. Lo curioso es que tengo la autobiografía de Twain al lado de cama y no encuentro nada de esto. Pero en El Cultural a Álvaro Mutis le preguntan por Fernando Vallejo:
-Su obra, tanto en prosa como en verso, supone un elogio del pasado. ¿Tan horrible es la realidad?
-Casi tan horrible como el pasado.
3 comentarios:
Jabois, me alegro que haga usted referencia a La Contra, yo soy suscriptora de La Vanguardia, sólo por La Contra diaria.
Despontes era entrevistada hoy viernes, no ayer, para el que quiera leerla.
Yo creo, disculpe la osadía, que justamente hoy hace usted referecia a La Contra, sólo por la palabra "follar", y la entrevista a Despontes no tiene desperdicio, la verdad. Pero le veo a usted siempre con un morbillo especial a todo lo que tenga que ver con el folleteo. Y no creo que eso sea malo, pero puedo ver el brillo de su colmillo cuando hace referencia a este tema en sus escritos.
Bueno, sólo es una opinión personal, disculpe si me equivoco.
Saludos sinceros.
Error en el apellido, Despentes es lo correcto
Charlotte, ya pensé que me había usted abandonado, como tantas. Ni le niego el morbillo ni el brillo del colmillo, y qué gran poema hemos perdido usted y yo. Pero tenía en la cabeza desde el martes la entrevista a Imre Kertész y su titular. Ayer apareció como un tornado esta chica, y dijo eso de que "que te violen es parte de ser mujer", y me pareció tremendo. Me gustan mucho esas mujeres. En un sentido estrictamente moral, es imprescindible que les den voz. Lo digo más que nada porque llevo seis años entrevistando a la modelo invitada de la pasarela Pontus Veteris. Escribo "ayer" porque la columna se publicó hoy, pero tiene razón: en la web incita al error. Aclarado entonces.
Saludos, Charlotte.
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