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domingo, octubre 14

Los normales

Mariano Rajoy se hizo muy famoso en su país, España, cuando proclamó la apabullante doctrina de su organización política, el PP. Dijo que a la gente no le importa la memoria histórica sino las hipotecas, el precio del pan, los sueldos y el día a día. En otro momento dijo algo brutal que todavía resuena en los salones de la Historia, como el I have a dream de Luther King: “Queremos ser un país normal de gente normal. Éste es un partido normal”. Y esto último lo dijo Rajoy señalando las siglas, por si alguien pensaba que hablaba del Betis-Palamós. De aquella normalidad trascendental, de la que se empaparon los acólitos en manifestaciones repletas de cánticos normales, tipo “Zapatero terrorista” y “santo, santo, santo / yo te canto / santo de mi devoción”, llegó en pocos meses el éxtasis: un vídeo estremecedor en el que Rajoy volvió a hablar de lo que realmente le importa a los españoles. Ésta es su normalidad, vista en perspectiva: que por un día los españoles manifiesten su orgullo de serlo y que hagan algún “gesto que muestre lo que guardan en su corazón”. Ahí está el precio del pan y la subida de las hipotecas: el día a día, vamos. Y sobre todo el orgullo de haber nacido en España, después de nueve meses de dura lucha. La avalancha de normalidad se cerró con una petición: honrar y exhibir la bandera. Yo debo estar entre los españoles que prefieren honrar a un váter: me ha sacado de muchos más apuros. Pero esto probablemente no es normal: más bien, lesa traición. Sí lo es ver a Rajoy envuelto en naftalina en ese vídeo que a tantos le chirría. No va a chirriar, si le faltaba el bombo.

3 comentarios:

FPC dijo...

Estoy contigo. Yo soy subnormal profundo, visto lo visto. Y no me quejo. Y hasta me gusta. Saludos cordiales.

Portarosa dijo...

Somos tan anormales que vergüenza debería darnos...

Un abrazo.

Mabalot dijo...

Muy bien, pues sí, me recuerda al libro de Orwell 1984 en el que un día el poder decía una cosa y al siguiente la contraria.

Me uno a los del váter, que lo visito cada día y ya es como de la familia.

Un abrazo, Manuel.