Hace ya un par de años, cuando la tregua de ETA, dediqué una tarde a reflexionar sobre los mundanos aspectos que probablemente al Gobierno no se le ocurrirían en aquel proceso, tan entretenido como estaba con la territorialidad y sus peculiaridades. Como yo no había ido a la mili entendí aquello como un deber patriótico: mi pequeño grano de arena a la Paz. Y el principal obstáculo, concluí, era el incierto destino de los terroristas: no se les podía poner a repartir publicidad, pero tampoco íbamos a dejar que se llevaran a los niños a rutas de senderismo por los bosques franceses. Dejé la pregunta sin respuesta hasta que esta semana revolví entre los papeles (archivador Salvar España) tras leer la nueva Ley de Bienestar Animal que obliga a matar al cerdo tras un pistoletazo. Se acabó la matanza entendida como una fiesta de sangre y voces, en subyugante orgía ancestral: llegaba la muerte higienizada y feliz de un puerco previamente aturdido por una pistola perforadora. Que digo yo que puestos a mariconear por qué no le hacemos la zancadilla al cerdo o lo asustamos con insultos (que no sean “cocho, cocho”, que eso no lo va a pillar). La Ley tiene ese tufo Adolfo Domínguez con el que Zapatero de vez en cuando airea la actualidad y cuya gran expresión fue sugerir corridas de toros con la condición de no matarlos: o salen los toros, hostias, o no salen. Pero he aquí que, sin quererlo, se ofrece una salida laboral masiva a nuestros gudaris en el caso de que prospere algún día la Paz: la histórica matanza del cerdo desde la óptica borroka. Imaginen al señor de la casa sosteniendo al porquiño y al guerrillero libertador con una pistolita de pega con la que marearle la nuca a un cerdo para luego trincarlo con la familia en la pitanza. Glorioso destino el suyo: de la opresión militar del Estado español a la opresión, estricta, del cinturón en el bandullo.
domingo, diciembre 9
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2 comentarios:
jajajajaja... Coño, que lo sepas, vaya risa, condenado.
Todos sufrimos, los cochos también.
Es la feliz época de la anestesia. Bienvenida, que yo llevo muy mal lo de sufrir. Me sienta como una patada en el culo.
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