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jueves, febrero 21

Billetes enrollados

Un hecho ya científicamente probado: las imágenes cerebrales de los toxicómanos a punto de meterse una dosis son exactamente iguales a las de un agente de bolsa que está listo para cerrar una buena operación. "Un pequeño grupo de científicos, incluidos algunos psicólogos, está empezando a descubrir lo que muchos profesionales de Wall Street sospechan desde hace tiempo: que las personas están directamente conectadas al dinero". Un reportaje de Jenny Anderson para The New York Times, reproducido ayer en El País, desnuda uno de los procesos más autodestructivos del cerebro y deja en el aire la blanca pureza del ejercicio de vivir: "a veces la gente se coloca ganando dinero".

Anderson utiliza la figura de Jérome Kerviel, el agente de Société Générale, para centrar el relato. Kerviel se subió a un tobogán que probablemente no le daría la pureza de ninguna heroína: a finales de diciembre de 2007 consiguió unos beneficios de 1.400 millones de euros y, veinte días después, sus pérdidas superaban los 4.800 millones de euros. Como es natural, Kerviel es hoy objeto de análisis en cientos de blogs en internet y su rostro ha sido portada en periódicos de todo el mundo. Una de las primeras cosas que hizo ante el Consejo de Dirección de la Sociéte fue amenazar con suicidarse si se convertía en el chivo expiatorio. No era una arrebato infantil: muchos otros agentes, agobiados por la presión, se han ido suicidando en armoniosa cadencia víctimas de un desgaste brutal, y han puesto a sus sociedades en el punto de mira. Kerviel tiene 31 años, y su estafa es la más grande de la Historia.

El reportaje acaba presentando un duelo entre la razón y la emoción, para variar. Alpesh Patel, director de una gestora de activos, lo explica así: "Sabes que te estás perjudicando, y que no hay beneficio en el sentido económico, pero el subidón que te produce ganar te lleva a asumir riesgos mayores". Y Daniel Kahneman, psicólogo ganador de un premio Nobel, así: "Cuando te ves amenazado con la extinción actúas como si nada importase". El dinero como droga es una percepción que hasta ahora no había rebasado lo meramente metafórico: la 'tiogilitesca' ambición de sentarse sobre una montaña de oro. Pero ahora la ciencia ofrece la radiografía de un cerebro agujereado por el dinero con la misma pasión con la que lo agujerea la cocaína, lo que no deja de tener su gracia: así que se enrolla el billete porque no se puede enrollar la coca.

7 comentarios:

yaya dijo...

Lo peor es que aspiramos a ser yonkies

M. dijo...

Un amigo mío dijo una vez: "Yonqui non é o que ten, senón ao que lle falta"

iris dijo...

Pero vivimos nunha sociedade que canto más se ten máis se quere, o peor é a forma que moitos teñen de acadalo.

M. dijo...

Y cuanto más se quiere, menos se tiene. Y ésa es, en su dolorosa exactitud, la percepción.

taliesin dijo...

A bolsa pódese considerar unha modalidade dos xogos de azar. Os adictos ao xogo teñen algo así como unha homeostasis desbocada.

Hai tempo lera que Dostoevski baseara "o xogador" nas suas experencias persoais. A súa muller decía que chegaba a ter orgasmos físicos cando perdía todo. Existe algún estudo que relaciona adicción ao xogo e impotencia.

Evitando o problema do ovo e a galiña, ¿será que algunhas carencias proveñen da incapacidade para entregarse amorosamente, e a sustituen pola fantasía de poder controlar o azar do xogo?

Anónimo dijo...

Me parece muy acertado este artículo suyo, estimado Jabois. Comparto las tesis del excelente trabajo de Jenny Anderson. Ha tenido que pasar el fiasco de Société Générale para que la ciencia avance en este campo. Pero este no ha sido el único caso. Le recuerdo que en 1994 hubo otro también muy sonado protagonizado por un inglés de 28 años, Nick Leeson, que quebró el solito el Banco Barings, el más antiguo de Inglaterra, llamado también "el banco de la reina", porque en él tenía depositada Isabel II parte de su fortuna.El Barings ya no existe porque fue absorbido por el holandés ING en pública subasta. Leeson cumplió seis años de cárcel en Singapur y al final le soltaron por enfermedad. Leeson llegó a ser tan popular en la ex colonia british que el Harry Bar de Boat Quay que frecuentaba, regala ahora a sus clientes polos estampados con la cara de Nick y ha bautizado la hora del aperitivo como "Leeson Happy hour"

No sé si usted conoce cómo operan algunos brokers en lo que se denominan los front office de las mesas de contratación. Pues bien, eso si que se puede considerar como droga dura. Hay que precisar que esto solo sucede en los mercados denominados "derivados", que son mercados financieros muy sofisticados y que nacieron en la Bolsa de Chicago en los años setenta del siglo pasado.A estos mercados se les llama también "casinos", porque en realidad son casinos financieros donde puedes pasar de la ruina a la riqueza en unas horas o viceversa. En España, existe uno y se llama MEFF. Es lo que se conoce como mercado de futuros y opciones. Pero los derivados son muchos más (swaps, colars, floors, equitys, etc). Estos mercados operan en todo el mundo y sobre todo tipo de materia prima: gasóleo, grano, café, huevos... Hace unos años en Valencia se inventaron uno sobre naranjas, que fracasó, y en Andalucía estudiaron poner otro sobre el aceite, aunque no llegó a arrancar.

El problema no son los mercados en sí. Milton Friedman, premio Nobel de Economía en 1976, y padre de la denominada Escuela de Chicago, los defendió y yo también los defiendo porque creo que son útiles. El problema es, como casi todo, las personas que los utilizan. Los grandes tortazos operando con derivados fueron los de Barings, pero también Proctel& Gamble, PriceWaterhouse o, sin ir más lejos, aquí en España la Caja de Granada, que perdió 7.000 millones de las antiguas pesetas a finales de los noventa. De eso se dijo muy poco, como también se dice muy poco de la venta del oro que el banco de España ha realizado en 2007, que nos ha dejado sin gran parte de las reservas en este patrón, ahora que está subiendo por eso de la crisis (menudos gurús tenemos en el BE), y que se realizó con derivados (equity swaps); y, por cierto, no se ha llevado por delante al gobernador actual (Mafo para los periodistas y Miguel Angel Fernández Ordóñez para las notas oficiales). Fue una mala operación, pero en España nunca pasa nada.

Decía que el problema son las personas. Para operar en estos mercados no se pueden sobrepasar los 30 años de edad porque la tensión y la necesidad de atención debe ser máxima. Es como si conduces un coche a 250 kilómetros en una carretera sinuosa y con escarpados acantilados. Imagínese la adrenalina que se necesita para hacerlo bien. Pues así sucede también cuando se opera con derivados. Es tal el subidón que en todas las entidades tienen filtros, o deberían tenerlos, para impedir el leñazo.Controlar el riesgo (control risk) es el abecé que toda entidad financiera que se precie debe tener. Pero, por lo que se vé, esto no es así siempre. Y sucede lo que sucede.

Sinceramente, no le echo la culpa a Jerome Kerviel, ni a Nick Lesson (le recomiendo el excelente artículo que sobre este personaje escribió Vargas Llosa, titulado "En la cuerda floja"). Para mí la culpa la tiene el consejo de administración de las entidades con su presidente al frente. A ellos sí que había que meterlos en la cárcel. Pero todos sabemos que no se hace porque la justicia, aquí y en Francia o en Singapur, está hecha para que los chorizos de poca monta paguen un precio, a veces muy alto en relación con el delito, igual que les opcurre a los pequeños camellos, cuando son los ricachones los que se lo llevan crudo sin que nadie les toque un pelo. Sin ir más lejos ahí está la sentencia del TC sobre "Los Albertos", sentencia que da verguenza ajena y que parafraseando a un periódico nacional ha quebrado aquel principio del derecho romano: In dubio pro reo por el de Indubio pro ricos.

Suyo, E.

M. dijo...

Mi querido amigo, leí aquel artículo de Vargas Llosa: a mí me gusta (¡me deleito!) con Vargas Llosa. Y sigo creyendo que La fiesta del Chivo es la mejor novela que se ha escrito en los últimos años, aunque sólo fuera porque García Márquez, con el puño aún fresco, dijera al acabar de leerla: "Esto no se le hace a un viejo como yo". Y déjeme levantar el cráneo con esta afirmación: "El problema es, como casi todo, las personas". Y como viene a cuento (y como estoy borracho, y es algo no poético sino genético, y lo suficientemente serio para que le detalle en la intimidad los antecedentes familiares) le voy a contar algo que está convirtiendo mi vida en una actividad insólita y, debido a mi cinismo, hasta divertida: soy misántropo. Y ya es más de lo que he podido decir en veintinueve (?) años. Un abrazo.

(Taliesin, toda la obra de Dostoievski se resume en una frase: "Si Dios no existe, todo está permitido". Incluso esos hermanos tan pesados, los Karamazov. Ninguna literatura rusa tiene sentido ni antes ni después de Woody Allen y su Boris Grushenko: su personaje comía nieve, como debía de comerla, o haberla comido hasta atragantarse, el coñazo de Tolstoi. El único que se salvó, y el único que merece la pena imitar, fue Chejov)