El 21 de marzo de 2007 un jugador del Deportivo, Sebastián Taborda, le dijo a su jefe de prensa que al acabar el entrenamiento quería hablar con un periodista, Armando Palleiro. El emperador hacía saber a su empleado que deseaba la presencia ante él de un súbdito: no ahora, sino después de la ducha. Cuando ya lo tuvo enfrente, el futbolista le dio un puñetazo y lo aplastó contra una pared. En puridad, no se trata de un ataque a la libertad de expresión: Palleiro había escrito un artículo crítico con Taborda y Taborda, haciendo uso de la misma libertad de expresión, le dijo a Palleiro que no le había gustado. Al fin y al cabo Palleiro se expresa con la palabra y Taborda, más sutil, lo hace con el cuerpo. Tampoco hay que entrar a valorar por qué el periodista aparece allí, armado con sus ciento sesenta y pico centímetros: quizás no sospechaba nada y pensaba que Taborda, como ser civilizado, iba a rebatirle con argumentos las críticas lanzadas. Lo que pasa es que con las imágenes, la narración de Pallleiro, la narración de los testigos y la narración de Taborda se presenta un fresco preocupante: los compañeros del choni allí, pidiéndole que perdone la vida al miserable, y el miserable elevando su mirada limpia, manteniendo el tipo. A estas alturas, con la civilización en marcha, desempolvamos aún estos cuadros: el hombre batiéndose el pecho con los puños, ahuyentando a las hormigas: un Viva la Muerte pasado de rosca, pero con un tonto sustituyendo a un fascista. Mientras, el Deportivo mira para otro lado en lugar de denunciar la agresión por ocurrir en sus instalaciones. Y la Fape apoyó ayer al periodista pero no boicoteó, que está de moda, al Deportivo: aún hay clases.
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1 comentario:
Un comentario esclarecedor y acertado. Sin "gesticular" con la expresiones y valorando los significados últimos de los protagonistas. Enhorabuena.
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