El primer candidato que tuvo que decir que no está satisfecho consigo mismo en la encuesta personal de Diario de Pontevedra tuvo que ser de Izquierda Unida. No es casualidad, como tampoco que a la pregunta de su escena favorita de cine sea una de Acorazado Potemkin. Son rasgos definitorios que concluyen con una realidad fulminante: Juan José Guirado no va a sacar nunca un concejal. Para los que de una forma u otra hemos tenido una suerte de emoción sensible por el modelo federal de Izquierda Unida (tan alejado del modelo borroka que promueve ahora cada agrupación en su paellera) eso es una buena noticia: quien quiera ver que mire y quien quiera escuchar, que entienda (Marcos, 4-12). La entrevista, publicada ayer, es exquisita: no se esperaba menos.
A la campaña ha llegado un poquito de calor. Ya se sabe que a las palabras de amor, dijo Machado, les viene bien su poquito de exageración. Y a la política le conviene la temperatura alta, el fragor playero que precede al reparto de estopa por la noche: las mangas arremangadas y la lámina de sudor en la frente. A eso de las once se abrió el cielo y cayó un sol esplendoroso, como aquel que le iluminaba a Fernández de Mesa las playas tras el Prestige. Por eso Teresa Casal se recogió el pelo y se calzó unas gafas redondas y magníficas de mañana para pasear, briosa, por Michelena. Paredes colgaba ya las portadas del día, donde relucían las fotos del último acto pacífico, en respuesta a las agresiones cobardes del BNG, del Capitán Democracia y su Ejército de los Mil Ghandis. Se filtró pronto la versión de la algarada: estaban los misioneros tocando la guitarra (“alabaré, alabaré, alabaré”) alrededor de una hoguera cuando llegó Lores y les meó en la cabeza. No hay derecho.
A la campaña ha llegado un poquito de calor. Ya se sabe que a las palabras de amor, dijo Machado, les viene bien su poquito de exageración. Y a la política le conviene la temperatura alta, el fragor playero que precede al reparto de estopa por la noche: las mangas arremangadas y la lámina de sudor en la frente. A eso de las once se abrió el cielo y cayó un sol esplendoroso, como aquel que le iluminaba a Fernández de Mesa las playas tras el Prestige. Por eso Teresa Casal se recogió el pelo y se calzó unas gafas redondas y magníficas de mañana para pasear, briosa, por Michelena. Paredes colgaba ya las portadas del día, donde relucían las fotos del último acto pacífico, en respuesta a las agresiones cobardes del BNG, del Capitán Democracia y su Ejército de los Mil Ghandis. Se filtró pronto la versión de la algarada: estaban los misioneros tocando la guitarra (“alabaré, alabaré, alabaré”) alrededor de una hoguera cuando llegó Lores y les meó en la cabeza. No hay derecho.
Mientras el alcalde firmaba autógrafos en Estribela se presentaba el PP de Sanxenxo en Vilalonga. Los ‘populares’ han tenido siempre una relación muy estrecha con esta parroquia y los periodistas lo agradecemos. Desde el mitin-homenaje con raciones de empanada para honrar a José Cuiña hace años, hasta el apoyo vecinal que se le tributó el martes a su concejala Paz Lago, que sería perfecta si se apellidase de segundo Azul: almibarado, pero concreto. Con Cuiña quedó Sanxenxo desabastecido de empanada durante semanas, y a Paz Lago los vecinos la agasajaron con camisetas rotuladas con un mensaje un tanto críptico: “Estamos contigo”. La fotografía de David Freire recogía el espíritu del acto: Núñez Feijoo, Catalina González y Rafael Louzán sentados delante de un grupo de gente con sombreros de paja con cinta naranja. Allí, en Sanxenxo, contestó José Luis Rodríguez Lorenzo a las preguntas de la encuesta personal del Diario. Comparto su virtud: “saber ponerme en el sitio de los demás”, deudora del inicio de El Gran Gatsby (“Cuando sientas deseos de criticar a alguien, piensa que no todo el mundo ha tenido las oportunidades de las que tú has disfrutado”). Pero lo mejor vendría luego. “¿Su mejor momento para el sexo?”, se le pregunta. “No descubro mis secretos”, contesta. Y añade, en cualquier caso: “Cuando hay mutuo acuerdo”. Madre mía.
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