Un estudio acaba de sentenciar que por las expresiones del rostro se puede adivinar la promiscuidad, el romanticismo o la brevedad de una noche de sexo. También, con un poco de intuición, al bizco y al cejijunto. No es una campaña de Durex: se han puesto a ello expertos universitarios, y no es la primera vez. La ciencia últimamente elige caminos sensacionales para hacerse un hueco en los periódicos: como no es rebatible, porque es ciencia, se le abre la puerta, aunque permitan que frunza levemente el ceño. Del estudio se infiere que los hombres quieren amores de barra y las mujeres barra libre en el amor. Sabíamos, por el refranero, que la cara es el espejo del alma, pero no sabíamos que también lo era del paquete. El amor se elige a primera vista, aunque a veces haga falta una tercera y hasta una cuarta, e incluso gracias a internet ni eso: un emoticono basta. Las expresiones muy masculinas (un hombre gritando gol o mordiéndose la lengua antes de repartir una hostia) parecen indicar menos grado de compromiso (con la mujer, no con el Real Madrid). La nariz grande y la mandíbula cuadrada en el varón es sinónimo de promiscuidad. En algunas agencias hay un momento del reportaje en el que se usan los términos macho y hembra: una disciplina semántica que a mí personalmente me pone cachondo. Ya se ha dicho que el sexo es una de nuestras más tiernas conexiones irracionales y que el rostro de Marlon Brando encarna, en su más furiosa madurez, lo primitivo y su exquisitez. La mantequilla fue la rueda del siglo XX, aunque todavía ningún estudio haya dado con ello. Ben Jones, de la Universidad de Aberdeen, dice que la gente puede juzgar mucho a una persona por su rostro, como el estado de salud o su personalidad. Los científicos lo dicen ahora, pero los rostros hablan desde tiempos inmemoriales no sólo para ir a la cama sino para ir al poder. Estos días andan paseando su agonía los altos cargos socialistas mirando el teléfono, preocupándose como nunca por la cobertura y la batería. "¿A ti te ha llamado José Luis?", se preguntan entre ellos, sospechosos habituales de las quinielas y del trasiego. Pero a mí me tiene subyugado el rostro de la condesa de Murillo: no invita a la frugalidad. Hallo en ella la impiedad, el desafío y el frío tétrico que antecede al colmillazo de la traición. No se fijó el estudio en Esperanza Aguirre porque utilizó a chavales de veinte años, pero hay en esa insatisfacción de la presidenta la fuerza devastadora que impulsó a Brando en El último tango en París, aunque su logro es más modesto: Aguirre sólo quiere la Moncloa y Brando, poético símbolo universal, buscaba su destrucción.
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3 comentarios:
...tierna conexión irracional... Y es que te descubres en el fondo como todo un romántico, a pesar de intentar hablar sólo de ciencia y de sexo.
¿pero es cierto eso del amor a primera vista de cara? vaya, vaya, ahora que sé que es amor, me quedo más tranquila.
Por cierto, Esperanza si que dice mucho con su cara...lo que pasa es que no gusta a todos lo que dice, y son muchos en su pandi los que no la quieren de compañera de cama.
Bico.
...tierna conexión irracional... Y es que te descubres en el fondo como todo un romántico, a pesar de intentar hablar sólo de ciencia y de sexo.
¿pero es cierto eso del amor a primera vista de cara? vaya, vaya, ahora que sé que es amor, me quedo más tranquila.
Por cierto, Esperanza si que dice mucho con su cara...lo que pasa es que no gusta a todos lo que dice, y son muchos en su pandi los que no la quieren de compañera de cama.
Bico.
"Las expresiones muy masculinas (un hombre gritando gol o mordiéndose la lengua antes de repartir una hostia) parecen indicar menos grado de compromiso (con la mujer, no con el Real Madrid)."
Muy divertido :)
¿Está publicado en Internet el estudio?
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