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miércoles, abril 25

Insomnio

Llevo ya cerca de un mes viviendo entre cajas llenas de ropa, vajilla, películas y libros depositadas sin orden y sentido, en una habitación y otra, colocadas algunas encima de las otras como en un tetris petrificado por el tiempo. Lo que era una situación desapacible se ha ido convirtiendo con el tiempo en un hábitat del que me costará desprenderme: un estado de provisionalidad que incluso traspasa la decoración y se instala dentro de uno como una bacteria áspera y cercana. El hombre es un animal de costumbres a menudo insólitas. Cuando todavía no estaba colocado el lavabo me acostumbré, por instinto de supervivencia, a lavarme los dientes en el fregadero: superado el impacto de los primeros días todavía me sorprendo dirigiéndome hacia allí con el cepillo, como queriendo cumplir una última voluntad. Ocurrirá lo mismo con las cajas: el día que las abra, o que las mueva, y que todo vuelva a la normalidad. Su desorden armónico condiciona ahora mismo la estancia sentimental en la casa, y dentro de muchos años las asociaré con aquellos meses de primavera en los que me paseaba entre ellas desnudo sin saber a dónde ir y agachándome como un chino en mitad del salón susurrando insolencias: ese estado salvaje en el que hallo ahora una paz absoluta. Otras veces al llegar del trabajo me amodorro en el sofá mirándolas tranquilo, y a veces pasan horas y no me he dormido, y ni siquiera lo echo de menos. He dejado en suspenso cualquier actividad que implique esfuerzo intelectual y desde hace un mes sólo encuentro una vaga atracción en el poemario de Nueva York de Lorca, y estos versos leídos ya hace muchos años que envié por mensaje de móvil a cerca de doscientos números, todos ellos al azar: “Pero la noche es interminable cuando se apoya en los enfermos / y hay barcos que buscan ser mirados para poder hundirse tranquilos”. La crónica es la del insomnio: suceden en la mente las cosas más extraordinarias, y el arrojo es temerario. Yo fomenté la lectura de Lorca en este país más que cualquier libro de Ian Gibson. Y el dinero de las facturas salió de mi propio presupuesto, y nunca me arrepentí: ni siquiera cuando tuve que pedir un crédito al entusiasmarme con Roque Dalton: “Amo profundamente mi dolor / como a un hijo malo”. Durante un tiempo aproveché esas lagunas de tiempo para escribir: sólo insultos con cierta base y párrafos de una incoherencia deslumbrante. Pero eso fue en la adolescencia, cuando no sabía puntuar. Si uno no sabe puntuar está perdido en la vida. Esto lo pienso al leer una entrevista a Francisco Rico, presentado como el editor del Quijote: Cervantes no puntuaba. Y Espido Freire, en un coloquio: “El Quijote me aburre soberanamente”. Yo no quiero parecer lo que no soy, pero a mí el Quijote me parece un libro divertidísimo, y no me he vuelto a reír tanto como con aquel pasaje en el que Quijote desafía a un señor que amenaza con soltarle los leones: “Leoncitos a mí, y a tales horas”. Pero me alegro íntimamente de lo que ha dicho Freire, con la misma alegría privada con la que leí un comentario de Eminem en mi blog a favor de Cuba: una rara satisfacción. Todo es una pequeña parte de lo que le pasa a uno por la cabeza durante las tres primeras horas del insomnio. A menudo me acerco a la ventana y fumo el pitillo que no me apetece fumar: exactamente ése. O repaso algunos periódicos leyendo de forma tan obsesiva las noticias que acaban perdiendo su sentido original. Pienso también en lo que me dijo una tarde E. Esas cosas que uno cree tenerlas en exclusiva y que son compartidas universalmente: esperar a que se ponga el semáforo en verde iniciando mentalmente una cuenta atrás, y si al llegar a cero el semáforo cambia de color esa mujer es la mujer de mi vida, y si no es la mujer de la vida de otro. Mañana abriré las cajas, y al vaciarlas vaciaré definitivamente un tiempo.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonito esto que ha escrito Manuel.

Nada más he de decir; para que vea que no sólo vengo aquí a crticar o echar por fuera.

Anónimo dijo...

qué bonito...yo también he vivido en un hábitat similar alguna vez...y volveré en breve:)
besín

Lara dijo...

No las abras.

Mabalot dijo...

me he parado en seco con la frase de Espido Freire; cómo era... clorótica, chupavinagres, deshuesada, bigoteacomplejada, con cara de supositorio...

Está de moda decir jilipolleces así. Seguro que Cien años de soledad le parece cojonudo.

El único libro en mi vida con el que me reí, el Quijote. Aunque el mérito es de Francisco Rico, claro, que lo puntuó, el divo.

Bueno, ya me descargado un poco. Sigo con la excelente lectura de tu artículo, Manuel. Me gusta mucho.

conde-duque dijo...

Por una vez estoy de acuerdo con asdf.
Veo que lo del insomnio no es sólo cosa mía. Mientras tú contemplas la plaza de la Verdura iluminada por la luna tratando de llamar a tu subconsciente, yo hago lo mismo desde mi ventana.
En cuanto al Quijote, he decidido leer sólo las notas al pie del Divo, que es lo que interesa mayormente. Lo demás, relleno, puro relleno.

Anónimo dijo...

Ante todo perdón por lo que voy a escribir, o mejor dicho, citar.
Dices; "Pero eso fue en la adolescencia, cuando no sabía puntuar. Si uno no sabe puntuar está perdido en la vida."

Dice Martín Alonso, un quemapestañas filólogo star, una autoridad, como sabéis:

"Para el buen orden sintáctico es preciso una buena puntuación y, en general, la puntuación de Valle-Inclán es desastrosa. El punto y coma, los dos puntos y la coma los emplea con desacierto [...] Resulta más inteligible un códice que no tenga estos signos que otro que otro con puntuaciones mal empleadas, porque el códice sin signos no cambia el valor sintáctico."

Por supuesto, no puedo estar más en desacuerdo. Si Cervantes y Valle puntuasen como Martín Alonso les habría ido mejor, mira tú. Hoy serían algo, unos genios por ejemplo.

Manuel, te felicito por el artículo. Me gustan tus artículos/confesión, por llamarlos de alguna manera. Un saludo.

M. dijo...

Gracias Asdf y L.

(Lara, no las he abierto)

Mabalot, yo imagino que lo de Freire fue una boutade a la búsqueda insolente de un titular. No he leído nada de ella. Veo que te despachas a gusto: amén. Lo de Rico, fantástico: su mérito inolvidable, o sea. De Valle convendrás conmigo, pese a la peste a caldo, que esa comita después del sujeto en él es arrebatadora. Mabalot: la frase mía me temo que fue otra boutade

Conde, fìjate si compartimos insomnios que estuve a punto de escribir que el mío era un castigo de los dioses por noches pasadas, y al estar escribièndolo me di cuenta de que eso mismo lo había leído yo en tu blog, de ahí que lo tuviera tan fresco en el subconsciente. Lo mejor del insomnio, en cualquier caso, es llegar al amamecer y acostarte sobrio con las primeras luces del día: por un momento parece que ha merecido la pena.

"En cuanto al Quijote, he decidido leer sólo las notas al pie del Divo, que es lo que interesa mayormente. Lo demás, relleno, puro relleno". Claro que sí. Has escrito lo que todos hemos pensado alguna vez desde hace cuatrocientos años, incluso cuando el Divo aún no existía, pero ya se intuía...

Anónimo dijo...

Cada vez que me voy ( y eso ocurre muy a menudo últimamente: de hecho ya no sé cuando voy y cuando vengo), siempre siento una pacificante necesidad de estar cerca de tus letras. Quiero que sepas que nunca me decepcionas. Nunca. Ni siquiera cuando se te ocurre criticar a esa bendita persona que hechó al partido nazi de nuestro gobierno. Sin embargo, al leer este artículo supe que tu esmero ha de redoblarse para que mi sentimiento se mantenga, ya que el nivel que te has autopuesto es realmente muy alto. Sé que la inspiración no puede ser companhera de todos los días pero te emplazo a que trabajes siempre, sin descanso, en encontrala, porque cuando ocurre, tengo la certeza de tener un amigo que es un genio.

Anónimo dijo...

También quiero darle toda la razón a E. por aquello de que siempre pensamos que lo universal es solo cosa nuestra. Quiero que sepáis Conde y tú que soy uno más de esos padecedores de insomnio ( mis ojeras me delatan) y que he llegado a sentir como cierto que ese Dios que conocí en el catecismo me estaba castigando por mis noches pasadas...
El miedo,la conciencia,la moral. De todo ello se ha aprovechado el Vaticano para erijir su iglesia.