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sábado, noviembre 17

Bomba

A pesar de que su formidable expresión haya que atribuirla a la modernidad, la bomba es el lenguaje más antiguo del mundo. Antes de que el hombre empezase siquiera a saber señalar con el dedo las cosas ya sabía utilizar las manos para acabar con la vida ajena. El antropólogo Michael Ghiglieri dice que hay fuerzas biológicas y evolutivas que nos empujan hacia la violencia heredadas de nuestros ancestros en el reino animal. La bomba que esta semana estalló en Cangas destrozando una inmobiliaria (y no una inmobiliaria cualquiera: una inmobiliaria que inauguró Rocíito hace unos años) tiene la misma frescura que el hachazo con el que los neandertales se eliminaban entre ellos. De hecho en su artesana fabricación también los autores del atentado tuvieron que agacharse y gruñir, y probablemente pasaron sin ducharse varios días a causa de las tensiones propias del oficio. La bomba no es un crimen pasional: es algo celebrado en intimidad durante meses, y eso la condición humana lo acusa. En su pureza, poco importa si esas manos tienen que ver con la política o con la economía. Bajo esas razones se amparan los cobardes de espíritu que temen admitir su fulminante regreso a los orígenes: al mono, en esencia, pero con la gravedad de un cerebro intacto. Cuando ETA mata lo hace en nombre de la libertad del pueblo vasco no porque realmente lo crea, que habrá algún inocente que sí, sino para evitar enfrentarse a una verdad casi insólita: ha matado a un hombre, probablemente por la espalda, y lo ha hecho sabiendo que no va a valer de nada. La derrota es casi invisible. En la antigüedad la violencia se utilizaba para sobrevivir. La evolución ha mejorado las cosas: en sus representaciones más macabras, ahora se desconoce para qué.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Se de verdade foron os que todo o mundo pensa que foron, antóllaseme que nos fan un fraco favor aos galegos e galegas e por suposto ao nacionalismo e ao independentismo galego, cada bomba é un chanzo menos no avanzo da nosa sociedade, non estou dacordo có emprego da violencia, e moito menos para fin políticos, por moi xustificada que sexa.

un saúdo

Anónimo dijo...

¡Pues leña al mono¡ señor Jabois.

E.

Portarosa dijo...

Muy bueno, Manuel.