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miércoles, noviembre 28

Caballo

Hace dos años, durante la Feira Franca, un caballo se presentó en un local de copas de Pontevedra. Una chica ligera de cascos (aprecien la mordacidad) se acercó a invitarle a una copa, pero no debía de ser de su gusto: el caballo relinchó, nervioso, y se cagó en una esquina antes de que su dueño se lo llevase de las orejas (largas, estiradas: el mozo de puntillas) a la cuadra. Tras ganar la Liga, hace ahora cinco siglos, el Atlético de Madrid festejó de paso la Copa del Rey: fruto de tan acumulado éxtasis, cientos de miles de seguidores (ríos de millones, en cálculos estimados por Telemadrid) tomaron las calles de la capital. En rimbombante procesión se presentó un caballo blanco llamado Imperioso, sucesor de aquel Incitato al que el salvaje Calígula quiso hacer senador y con el que compartía las orgías de sexo, obligando a las mozas romanas a limpiarle su bravo sable. Murió el dueño de Imperioso, y el mismo camino siguió el caballo años después: no se sabe si, como Bucéfalo con Alejandro Magno, duermen sus huesos junto a los de su patrón. Al caballo de aquel magnate del cine que le negó a Don Corleone un papel para su ahijado le esperaba un truculento destino: su cabeza apareció envuelta en sangre entre las carísimas sábanas de seda del multimillonario, en una de los amaneceres más memorables del cine. Pero de entre todos, prefiere uno a Pegaso, que nació como nacen los dioses: del chorro de sangre derramada por Medusa cuando Perseo, dice la leyenda, le cortó la cabeza. Y lo que yo ya no sabía era que en el año 1920 en una esquina de Wall Street, profetizando los tiempos del terror moderno, un anarquista de origen italiano estrelló frente al edificio de J. P. Morgan un carro cargado de dinamita y metralla. De aquel atentado quedan unos números nada despreciables: 40 muertos y 200 heridos. La edición española de Foreign Policy recoge el dulce detalle, incluido en una reseña del libro Buda´s Wagon, de Mike Davis. Del carro, por cierto, tiraba un caballo, que saltó por los aires hecho pedazos: fue motor y víctima del primer coche bomba de la historia.

2 comentarios:

Portarosa dijo...

¿Y cómo lo estrelló? Porque con un caballo debe de ser jodido lanzarse de frente contra un muro.

Un saludo, M.

M. dijo...

Me temo que "lo aparcaron" delante. Al pobre equino. Saludos, Porto.