Efe / CLJ
Despojada de sus atributos sangrientos, de la Mafia se desprenden un par de lecciones al más alto nivel de Educación para la Ciudadanía. La primera de ellas me la proporcionó X. hace ya algún año, en un brillantísimo mensaje que tuve que estampar después en alguna ficción absurda: “A mí me seduce la lealtad. Mira la Mafia, promoviendo valores como ése, como el secreto. Y mientras, el Estado se dedica a promover la delación y la traición. ¡Y aún así quieren educar a nuestros hijos! ¡Descarados!”. La segunda no deja de conmover. Al nuevo capo Salvatore Lo Piccolo (si uno se aleja de su foto aún puede, con cierto cariño, encontrar un aire tibio a Robert de Niro en un señuelo de madurez de aquel joven De Vito: Brando prefirió cebarlo como a un puerco y meterle algodón en las mandíbulas) lo detuvieron ayer en una reunión de capos en un viejo garaje, muy al estilo Reservoir Dogs pero sin los artificios de Tarantino. Por su perfil, ampliamente difundido ayer por las cosas de los medios (la Mafia, y su indiscutible atracción rayana en el espectáculo de masas: el moderno Circo de Sol) sabemos que este Piccolo que era ayer rey del mambo fue, en sus inicios, el chófer de un Padrino. Estas cosas hay que valorarlas, no sin cierto asco, porque no es lo mismo que un representante de telares o un mecánico lleguen a forjar un imperio que el chófer de un Padrino llegue a ser Padrino mismo: eso, bien mirado, es casi un milagro. Hay un tercer tributo en el legado de la Mafia: la familia. O, como diría Manquiña, su conceto. A la detención del capo le antecedió la entrega, rendido y entre lágrimas, de su hijo Sandro. El muchacho gritó varias veces “ti amo, papà”. Un grito desgarrado y terrible que hubiese funcionado mejor en otro contexto. En el muelle de Génova, por ejemplo, despidiendo a la prole: menos mal que no andaba cerca de ese garaje Al Bano (¿o sí?: mucho ojito con Al Bano). Esa consideración de Sandro para con su progenitor, esos lazos fortificados (por el crimen, sí, y por el negocio: ¡pero fortificados!) deberían empezar a ser tenidos en cuenta en estos tiempos difíciles. No en vano ya salieron sus buenos millones de ciudanos en España a protestar por la disolución de la familia y el despiadado futuro que nos espera sin el calor de una pareja heterosexual como firme transmisora de valores. Propongo, incluso (porque estoy de buen humor, he pasado un fin de semana estupendo a muchos kilómetros de aquí y me he reencontrado con las montañas e, inesperadamente, con mi bendito Cayo Julio César) una manifestación encabezada por la jerarquía eclesiástica bajo el sugerente lema: “Contra la disolución de la familia, la Familia” o “Podrán con la familia, pero no con la Familia” y por ahí todo seguido. Ya a cuenta de esa primera frase de X. resolví con brillantez un diálogo en el que mi tierna protagonista aseguraba, tan católicamente como pudo y recordando la Biblia bajo la que duermen los hombres de honor, que “la Mafia es la verdadera reserva espiritual de Occidente”. Me dirán: si son unos asesinos. ¡Coño!: tampoco era Franco un santo. Denles, denles tiempo: ya verán como alguno acaba en los altares.
4 comentarios:
Y digo yo, que que fácil es ir de guay por la vida. Cielo y dinero están más cerca de lo que parece. Respecto a su cinismo, que quiere que le diga: El cínico es un cobarde que disfraza con ironía y mala leche su miedo a mojarse el culo por los demás.
é fermoso unha aperta
Grazas pola visita. Paseime pola túa páxina. Non sei se me gusta máis que sexas de Lalín ou que sexas zanfonista. Gardo grandes recordos de alí. Conservo queridos amigos. E, ademáis, de pequeno vivín alí tres anos. Unha aperta.
Magnífico artículo, Manuel.
Un saludo.
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