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jueves, noviembre 20

Reyes

En el ajedrez, como en la vida, el último objetivo es destruir un imperio y asesinar al Rey. Que sobre un tablero se desenvuelvan tormentas de tal tamaño y se despeñen tantas voluntades geniales ha sido siempre un curioso objeto de estudio. Oscar Wilde llegó a decir que enseñarle a un hombre a jugar al ajedrez era el camino más sencillo para destruirlo. Un tipo tan recogido como Viswanathan Anand, el genio indio que vive en un pueblo de Madrid, puede decir algo tan turbulento como que si piensa, juega mal. A un jovencito Fischer le preguntaron en una ocasión quién era el jugador más fuerte del mundo. Puso tal cara de asombro que el interlocutor tartamudeó: “Aparte de ti, claro”. Del Fischer quinceañero se recuerda su voluntad de hierro al negarse a pactar tablas con el maestro Gideon Barcza con sólo dos reyes en el tablero, ¡y el de Fischer persiguiendo al otro! En un ensayo titulado de manera magnífica (Como la vida imita al ajedrez) Gary Kasparov habla de las extrañas fobias contraídas con el tiempo por las leyendas de este intrincado arte. Akiba Rubistein, por ejemplo, empezó a ser víctima de una timidez patológica. Tras realizar un movimiento, corría a esconderse en un rincón de la sala a esperar la réplica de su adversario.

miércoles, noviembre 19

Jamás hombre más nacido para el placer fue al dolor más derecho

"(...) Vivió libre e indomable. Y durante su corta pero intensa y deslavazada vida, Sawa tan sólo fue decidido militante del partido de la belleza, al que se entregó en cuerpo (colosal) y alma (a menudo torturada). No comulgó con las ruedas de molino de la ortodoxia cultural, ni doblegó su hercúlea cabeza ante ningún amo de la política ni de la literatura. Pasó por el seminario, pero acabó echando pestes de los curas. Víctor Hugo le besó en la frente y él no se lavó durante días. Luego, Zola le hechizó con su prosa natural y naturalista, y Sawa le correspondió con novelas descarnadas, viscerales, en todos los sentidos de la palabra. Vivió y bebió a conciencia la noche parisina, haciéndose unas risas, unos versos y unas absentas con Verlaine, con Manuel Machado, con Rubén Darío (...)"

Un bohemio a todas luces
Manuel de la Fuente (Abc, 19-11-08)

martes, noviembre 18

Aves de plumaje tan distinto

"(...) Picasso se quedó bebiendo hasta que la cabeza se le cayó sobre la mesa. También Joyce, en silencio, bebía champagne y eructaba con ganas. Al llegar, se había disculpado por no estar vestido de etiqueta. “No tengo dinero para esas inutilidades”, declaró. El único tema de conversación que le interesaba era su novela Ulysses, que se había publicado tres meses antes y que estaba ya en todas las bocas, sobre todo en las de quienes la leían sin entenderla.

Los restos de la comida fueron retirados de las mesas a la una de la madrugada. Joyce –ha contado el crítico Clive Bell, quien oyó la historia de boca de Sydney Schiff– siguió sentado, sin hablar, con una mano en el mentón y la otra ocupada con una copa de champagne. A las dos de la mañana estaba completamente borracho y de a ratos soltaba bufidos sonoros.

Quince, acaso veinte minutos después, los Schiff vieron entrar a un hombre pequeño y sigiloso, enfundado en un abrigo de pieles, que se movía –según Clive Bell– como una rata. De lejos parecía pringoso y húmedo. Era el autor de En busca del tiempo perdido. Ya había terminado de escribir su gran novela y todavía la estaba corrigiendo y añadiendo frases. Era entonces mucho más célebre que Joyce, y sus largas frases perfectas, encadenadas unas a otras por una música inimitable, se repetían en los salones con devoción sacramental.

Aunque Joyce no vio a su colega como un hombre enfermo (diría, por lo contrario: “Se queja, pero está más sano que yo”), las drogas que Proust se inyectaba o bebía con frecuencia asesina estaban acabándolo. Seis exactos meses después de la reunión en el Majestic, una septicemia veloz acabaría con él. Dijera Joyce lo que dijera, era un agonizante en lucha contra la muerte.

Cuenta Davenport-Hines que se ubicaron en sillas contiguas. Registra seis versiones de lo que hablaron –una de ella es la de las trufas–, y en todas persiste la incomprensión. Joyce contó años más tarde que la única palabra memorable de aquel encuentro fue un monosílabo, “no”. “Proust me preguntó si yo conocía al duque tal o cual. Le dije: «No». Madame Schiff quiso saber si Proust había leído éste o aquel capítulo de Ulysses. Respondió: «No». La situación era insoportable.”

Otras veces, en sus años de gloria, Joyce pagó la indiferencia de Proust hacia su obra maestra con sarcasmos envenenados. Uno de los apuntes de su diario es revelador: “Los lectores llegan al final de las frases de Proust antes de que él termine de escribirlas”. Y luego, en una carta a su editora Sylvia Beach, que era también la dueña de la célebre librería Shakespeare & Co, cuenta, con un juego de palabras difícil de traducir: “Acabo de leer En busca de las Sombrillas Perdidas por varias Muchachas en Flor en el Camino de Swann con Gomorrea et Cie., escrito por Marcella Proyst y James Joust.” Los dos grandes hombres no volvieron a verse. Eran aves de plumaje tan distinto que sólo se habrían lastimado (...)".
Tomás Eloy Martínez, La Nación (7-10-06)

domingo, noviembre 16

La vida inmortal de Manuel y Elisa




Hay en Manuel y Elisa una música de fondo que acompaña la heroica vida de sus protagonistas: el jadeo. Es el jadeo de Elisa haciendo las camas de su casa, yendo a una esquina y otra a meter el dobladillo bajo el colchón: su bufido casi arrullador, constante, apenas perceptible, al sacudir la bajera mientras le cuenta a la cámara que ése es uno de los momentos más trabajosos del día. Es la sencilla tarea del hogar convertida en epopeya de singular belleza en una mujer octogenaria de O Rosal, casada desde hace 53 años con su marido, Manuel, que sale por la mañana a cortar leña, a cavar tierra y a quemar rastrojos viejos.

Esa respiración agitada va atravesando el filme con una lentitud crepuscular que dota a sus vidas de un sentido magnífico y apabullante. Ni siquiera la rendición vigilante de Elisa, ya al final del filme agarrada a una muleta y sentada en una silla dirigiendo esa labor casi artesana de hacer una cama, deja grietas para el pesimismo. Lo dijo el director Manuel Fernández-Valdés (Pontevedra, 1979) al tomar una decisión sobre aquello que tenía en sus manos: "Si ellos me lo permitían, haría un documental en el que contaría la historia de un matrimonio de ancianos campesinos que se levantan por las mañanas como si fueran inmortales".

Sobre esa base ha construido su ópera prima después pasar varias semanas conviviendo con el matrimonio. Su película es una arquitectura sencilla poblada de silencios que acaban adquiriendo, en su simbólico final, una belleza casi imperecedera. Después de todo Fernández-Valdés, fiel a un postulado, rueda una verdad despojada de retórica que ralentiza sin miedo en una búsqueda casi obsesiva por los pliegues de sus vidas. Hay humor, porque ya tras mostrárselo a los protagonistas, éstos calificaron la cinta de "comedia, pero no sabemos si esto le hará más gracia a nadie", y hay memoria: la del rural que jadea, y aquellas generaciones que van muriendo, testigos de un tiempo y pasto de la melancolía. Manuel habla de su mujer enferma sin dramas, y cita la muerte de ella, y acaso la muerte de él, y lo hace secándose el sudor mientras abre la tierra a paladas, cavando.

jueves, noviembre 13

Fidel Castro / Manuel Fraga: la Revolución era una aldea


Para celebrar por todo lo alto el V Centenario de la conquista española de América, Fidel Castro conquistó Europa. Empezó por Láncara, el terruño lugués de su padre, una aldea verde de ríos y terneras a la que salió a recibirle Fraga. Nada en la foto que les tomó Pepe Ferrín tiene desperdicio, empezando por la corbata del presidente gallego, que aparece con rostro idéntico al que presentó una década después en cartel electoral: Fraga es un antepasado de sí mismo. En la imagen está la ortodoxia comunista de verde oliva cerrando los ojos con la copa en alto y el Zelig de la derecha primero franquista, luego democrática y ahora, en el luminoso estertor, de moderadas posiciones para espanto de los curas del PP. De los dos se podrán decir las mayores atrocidades y los elogios más ruborizantes. Castro inauguró su régimen de libertad enchironando maricas y fusilando a cientos de infieles y Fraga fue el ministro de una dictadura vengativa y entregada a la sacristía de un Dios piadoso que se debatía entre el asco y la nostalgia. Sus fieles dirán que el cubano es un revolucionario que acabó con una dictadura militar de casino y putas en el nombre de un socialismo fundado en la igualdad de oportunidades y que el gallego es el superdotado del Estado en la cabeza que llevó de la manita como un Moisés de cólera famosa a una derecha pistolera por los mares de la Transición. Los dos han sido como una lluvia violenta que lo ha empapado todo en Galicia y Cuba en las últimas décadas. Castro, al borde del llanto, se declaró en aquella aldea "hijo legítimo de Galicia". El pueblo entero vitoreó en las calles al Comandante, al que Fraga ofreció "nuestra casa, no exenta de problemas, pero abierta a todos". Poco después rompió a llorar cuando recordó la emigración a Cuba y la historia de su padre. Disfrutaron ambos de una romería con pulpo, empanada y sardinas, y acabaron la tarde felices jugando una partida de dominó que ganó Fraga. La Revolución, pensó esa noche Castro al meterse entre sábanas, era una aldea.

Montesco

No canto da nenez, parece que hai xente que viviu sempre de pé. Achalos pola rúa é un daqueles praceres cotiás, como saír da toupeira cun ferro entre os dentes. Remexer as súas vontades, coa présa de quen quere morrer axiña para aprender a andar. Veño de escoitar a Gainsbourg e asinto: para morrer os trinta aqueles que puña como fronteira Fitzgerald non valen (deixan de valer en tanto que se cumpran: antes aínda convalidan) e póñense de moda os corenta e un (se hai unha Jane Birkin que te bique). Se a vida fose informática, quen reiniciaría? Depende do amor? Vén de dicilo nese título Agustín Fernández Paz: o único que queda é o amor. O amor e a morte, porque houbo familias en Verona que non soportaron tanto. Mais se a vida fose informática, dime, quen reiniciaría? Depende non tanto da idade como do único que quede para nós. No canto da nenez, parece que hai xente que sempre vivíu como un dead man walking, percorrendo desta vez e doutra derradeiros metros en derradeiras praias. E se non houbese máis vida, quen a pararía? Quen a pararía coma un neno parando un tren? Pararíala ti, fillo? Pararías o tren antes de miralo pasar enriba túa, como un dead man squashed? E se a vida fose só pasado, neno: viviríala? Viviríala se hai quen atopa aquel balcón de Verona, onde fuches como un dead man walking a mirar os derradeiros ollos?

miércoles, noviembre 12

martes, noviembre 11

Fuegos nuevos / colores nunca vistos

Aquella foto de Rimbaud era el testamento de un nacido póstumo, carga metafórica de la tormenta que descruzó los caminos de su vida. Verlaine se presenta como un incipiente novelista ruso de calva horrible. Y la mirada de Baudelaire es el terror: no oculta nada. Rimbaud tanteó a Verlaine mandándole un poema y Verlaine le contestó con un "Ven, querida gran alma. Te esperamos, te queremos" antes de tratar de matarlo dos veces porque el enfant terrible que espantaba a la sociedad parisina entre hachís y ajenjo era poeta visionario y promiscuo. Baudelaire eligió su título: Las flores del mal. Rimbaud escribió Una temporada en el infierno, pero fue Verlaine quien tituló mejor su obra, pues lo creía muerto: Iluminaciones. En las fotos que se conservan de él, Apollinaire aparece en la imagen herido en la cabeza trepanado bajo el cloroformo. Escribió La linda pelirroja, un poema del que con el tiempo he llegado a aprender no sólo la teoría sino la práctica, en esa belleza furiosa de los que buscan "fuegos nuevos / colores nunca vistos". "Está también el tiempo que se puede cazar o hacer volver / Piedad para nosotros que combatimos siempre en las fronteras / De lo ilimitado y del porvenir / Piedad para nuestros errores piedad para nuestros pecados". De él se cumplieron ayer noventa años de su muerte, a los 38. Rimbaud duró uno menos, Verlaine 52 y Baudelaire 46. El simbolismo había sido descrito como "enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva". Se fundaba parte de su estética en la sinestesia, que es la capacidad de ver sonidos, oír colores o percibir un gusto al tocar un objeto. Quizás el más famoso de los sinestésticos fue Marcel Proust, cuyo mordisco a la magdalena evocó la noche en la que, de niño, su madre no subió a darle el beso de buenas noches. Guillaume Apollinaire acaba su poema de forma singularmente reveladora: "Hay tantas cosas que no me atrevo a deciros / Tantas cosas que no me dejaríais decir / Tened piedad de mí".

lunes, noviembre 10

Resistencia

José Blanco hizo esta semana una confesión nostálgica: “Me he resistido en estos últimos meses a confesar públicamente mi simpatía hacia Obama para no interferir en lo más mínimo en el proceso de selección que estaba desarrollando el Partido Demócrata”. No sé si la frase inaugura un tiempo o llanamente lo cierra, pero los últimos meses han debido ser espectaculares en esa casa. Imaginen a Blanco y esposa compartiendo cena con un matrimonio amigo. “Bueno, y esto de Obama y Hillary, ¿a vosotros qué os parece?”. Vean a Blanco mudándole la cara, doblando la servilleta y levantándose de la mesa. Su melancólica resistencia. “Me vais a disculpar, pero América debe decidir libremente”. Obama está poniendo en el mapa a la política gallega. Al presidente de la Deputación de Pontevedra, mismamente. En rueda de prensa, tras contestar a los asfaltos locales y las pequeñas miserias del rural, origen de Louzán y origen de la vida misma, al presidente le plantearon la ‘cuestión Obama’. Se puso de puntillas y adoptó cara de estadista mundial, como un Doutor Slump al paso de la señorita Yamabuki. Tres o cuatro lecturas al periódico, una mirada al telediario y al monte con el rifle, como el Foucellas. No habló de los caucus de Iowa de milagro. Estamos todos locos.

jueves, noviembre 6

Superstición

Un dos espantos do crime organizado é a súa capacidade, nada inocente, para que a sospeita empape moi sutilmente a sociedade. Nesa limpa teoría que ETA achou para acovadar as súas vítimas destacaba un termo de semente nazi: a socialización do sufrimento. O ambiente era coñecido por Vito Corleone cando reuníu aos capos de Nova Iorque nunha reunión na que ofreceu a man para esquecer os fillos mortos dunha familia e doutra. “Pero se lle cae un raio enriba, ou ten un accidente de coche, ou lle sobrevén unha desgraza… Eu son un home supersticioso, e se algo lle pasa ao meu fillo Michael, a miña superstición faríame crer que vostedes tiveron algo que ver”, di na pasaxe na que o vello Padrino lembra que as leis e a xustiza da mafia son paralelas ás do Estado: “unha cosa nosa, unha cosa nostra”. Onte, cos ecos vitoriosos de Barack Obama, apareceu nos xornais a noticia da morte do ministro mexicano de Interior, Juan Camilo Mouriño, nun accidente aéreo. Nun país no que aparecen mortos a deceas ao cargo das mafias do narcotráfico e se sublima o tan corleonesco “que pareza un accidente”, calquera suceso xa leva de seu o cheiro bastardo do crime, sexa ou non verdade. Mala cinematografía nunha sociedade a que o ruido dos corpos que pasan río abaixo acala as sospeitas e o balbordo que van deixando atrás, como un fume infame.

miércoles, noviembre 5

Cópula

David M. Buss é autor de La evolución del deseo, un ensaio no que pasa revista á natureza humana e os seus máis descarados hábitos. No libro relátanse as mellores historias de amor que se teñen escrito (e aínda máis: lido), e sempre dende un punto de vista xeneticamente feliz: o científico. Despois de todo, nada produce máis emoción que a verdade na súa elegante e discriminatoria pureza. Shakespeare sabía que a traxedia era namorarse dunha Capuleto, pero non sendo un Montesco, senón un Capuleto, coma min. No seu libro, David M. Buss describe con máis amor os detalles ocultos. Chama a atención, polo seu compoñente tráxico, o caso das moscas escorpión. A femia desta mosca rexeita aparearse co macho a non ser que este lle traia un regalo de voda, que ten que ser, por prescrición sexual, un insecto. Só mentres a femia o come, e non antes, o macho pode copular con ela. No acto, o macho ten suxeito o regalo para impedir que ela marche antes de que el acabe a cópula. Tarda como vinte minutos en deixar todo o esperma nela, e eles procuran elixir sempre un insecto que as femias tarden en comer, máis ou menos, ese tempo. Se o regalo é máis pequeno, e a femia o come antes de que el acabe, ela bótao do seu lado. Se é maior, e a femia tarda máis de vinte minutos en comelo, os dous pelexan a morte polas sobras. O amor nunca vai en liña recta.

martes, noviembre 4

El querido y lamentado pasado

La vida de Samuel Langhorne Clemens tuvo una peculiaridad: el cometa Halley fue visible desde la Tierra al nacer él y no volvió a ser visto hasta el día que murió. Nació en Missouri en 1835, llevó una vida aventurera provista de alegrías y golpes bajos, y murió sólo cuatro meses después de perder a su hija en 1910. Ya era entonces y ya había sido hacía mucho Mark Twain. Su autobiografía, se dijo aquí hace unos días, es magnífica y procura grandes momentos. Los días en Pontevedra están para eso y mi vida empieza a parecerse también un poco a la de un Tom Sawyer huraño, feliz y con varios kilos de más. Como el protagonista de Adiós a las armas, siempre se acaba uno dejando la barba a la espera de una noticia mejor.

La autobiografía de Twain es una de ellas. En el libro, hay un momento en el que cuenta el día en que con catorce años le tocó hacer el papel de oso en una representación teatral de la fiesta que daba su hermana. Para ensayar su papel se fue a una casa abandonada con el negrito Sandy y allí se desnudó para ensayar el papel de oso. No sabía que se habían escondido detrás del biombo dos chicas para cambiarse, que lo observaron todo. "Daba saltos y cabriolas de un lado para otro de la habitación mientras Sandy aplaudía con verdadero entusiasmo. Caminaba enhiesto y gruñía y daba dentelladas al aire y rezongaba; me ponía cabeza abajo, daba saltos mortales, bailaba una tosca danza con mis zarpas dobladas y mi imaginario hocico olisqueando por todos lados", cuenta Twain, hasta que Sandy le preguntó: "Señorito Sam, ¿ha visto alguna vez un arenque seco?". "¿Tiene algo de peculiar?". "Sí, señor. Puede apostar que la lechera sí. ¡La lechera se los come con tripas y todo!". Rompieron a reír las muchachas tras el biombo y el joven Twain salió corriendo de allí con la ropa en la mano. No pudo mirar a la cara a ninguna mujer en mucho tiempo, sin saber quiénes eran las que vieron aquel espectáculo traumático en un chico de catorce años. Sólo recibió una nota en la que se le decía, burlonamente, que su ensayo había sido maravilloso.

50 años después, en una gira de conferencias, se encontró en Calcuta con una réplica de Mary Wilson, el gran amor de su infancia. Pensó que era un sueño, a tantos miles de kilómetros de casa, pero sólo era su nieta. Ella lo llevó con su abuela, que estaba en un hotel, y juntos "empapamos nuestras sedientas almas en el vino revivificante del pasado, el pasado patético, el bello pasado, el querido y lamentado pasado. Pronunciamos los nombres que habían permanecido silenciosos en nuestros labios durante cincuenta años y era como si estuviesen hechos de música. Con manos reverentes desenterranos a nuestros muertos, los compañeros de nuestra juventud, y los acariciamos con nuestras palabras. Buscamos en las cámaras polvorientas nuestros recuerdos y fuimos buscando, incidente tras incidente, episodio tras episodio, tontería tras tontería, y nos reímos con tantas ganas que las lágrimas nos corrían por las mejillas". Sólo hasta que los dos ya estaban en pie para despedirse, viejos y emocionados, Mary le preguntó tiernamente: "Y dime, ¿llegaste a ver alguna vez un arenque seco?".

domingo, noviembre 2

Al habla con Su Majestad

En lugar de importar el yogur, España importó de Grecia una reina. No vino Demis Roussos, que era un poco lo que esperaba el pueblo, pero se hizo querer porque al menos callaba. El país ya había tenido a una inglesa y a una austríaca, y la monarquía entendió que le faltaba un punto socrático. Ahora la Reina cumple 70 años, una edad absolutamente escandalosa, y se ha puesto de moda de repente. Antaño el servicio hacía fiesta en las cuadras y corría al patio cuando la marquesa salía a la balconada a tirar el pelón, pero hoy la Corona guarda los duros, que no está la cosa para excesos, y los fastos corren por cuenta del periodismo, que adoctrina al pueblo con libros. En uno de ellos la Reina vino a decir que reinonas, las justas, y la autora de la entrevista ha tenido que ir corriendo a explicarse a La Noria, que es La Clave de Balbín pero en zuecos. La monarquía está perdiendo encanto a chorros: antes estas cosas se arreglaban bajando a las mazmorras. Con el jaleo, además, nadie atendió a la confesión más dolorosa de doña Sofía: fue ella la autora del polémico fotomontaje navideño de la Familia Real, aquella brillante metáfora. Muy mal andan las cosas en Palacio para tener que andar la Reina pegando las fotos con el Pritt. Que les suban la partida.

jueves, octubre 30

¿De qué planeta viniste?


A aquellos niños del 86 nos despertaron nuestros padres a primera hora para contarnos que Butragueño, en la ardiente tarde de Querétaro, había reventado la defensa de Dinamarca con cuatro goles. Nos recordamos sacándonos las legañas con una ilusión violenta y yendo a correr a las televisiones a ver aquel sueño con nuestros propios ojos. Tres días después miles de papeletas eran anuladas en las Generales porque ponían: "Oa, oa, oa / El Buitre a la Moncloa". Querétaro ya era nuestro Macondo, nuestra Arcadia interminable, aquella hora mexicana en la que Butragueño desplegó las alas silenciosas y ejecutó a la dinamita roja. Y sin embargo la dimensión histórica de México 86 fue del pelotero que portaba el 10 de Argentina, y que llevó como nadie había llevado hasta entonces a una selección a una Copa del Mundo. El primer recuerdo que tiene de la infancia Pablo Aimar es el de su padre rompiendo a chillar de forma histérica en el salón, dando luego saltos por el pasillo aporreando las paredes y tumbarse en cama boca abajo para romper a llorar en medio de una crisis nerviosa: Maradona había cogido la pelota con un quiebro fenomenal en el medio del campo zafándose de dos rivales y empezó a derribar jugadores ingleses con una mezcla explosiva de agilidad, técnica y potencia en la mejor jugada de todos los tiempos. La carrera fue de una plasticidad paralizante, y Peter Shilton cayó sin remedio en la portería porque la Historia había sido escrita diez segundos antes. Lo que siguió después fue inenarrable: se elevó Maradona a la altura de un Rembrandt, de un Mahler, y hoy es Iglesia en Argentina; estalló el país presa de un estado de nervios cuatro años después del orgullo perdido en las Malvinas y salieron millones a la calle mientras aún resonaba en los derribados muros de la patria mía el glorioso eco de Víctor Hugo Morales empapado en llanto: "¿De qué planeta viniste para tumbar en el camino a tanto inglés?".

He aquí un alcalde modelo

En el siglo XIX La Vanguardia tenía una sardónica sección de textos fugaces en la mejor tradición quevedesca. En muchos aparece Pontevedra y sus circunstancias. Por ejemplo el que da cuenta de una familia de Cambados a la que llaman, con intención, conservadora. "No desempeña más que los siguientes cargos", dice el periódico. Y enumera: alcalde (Antonio Caamaño), secretario (un cuñado del alcalde), escribiente (el hijo de secretario), administrador de Correos (el suegro del secretario) y llavero de la cárcel (un sobrino del alcalde). Claro que nada comparable a este fabuloso suelto: "El alcalde de Pontevedra se ocupa actualmente de visitar las tabernas para analizar los vinos que en ella se expenden. He aquí un alcalde modelo. Porque lo general es que visiten las tabernas para pedir el voto al tabernero". Y la visita del duque de la Torre: "En Lourizán ha sido muy agasajado y en Pontevedra se le obsequió con un baile. Nos gustaría ver al Duque bailando. A bien que debe ser maestro en el oficio, pues en toda su vida no ha hecho otra cosa". Un día de 1912, el corresponsal de La Vanguardia en Pontevedra "entregó en la Depositaría municipal 500 pesetas que le remitió un admirador del insigne violinista pontevedrés Manolo Quiroga para la suscripción abierta a fin de regalarle a éste un Stradivarius". Por cierto que ese día, "disputaron" Juan Fontán y Eugenio Otero en Sanxenxo: la riña acabó cuando el primero le abrió la cabeza al segundo con un palo y huyó perseguido por la Guardia Civil. El siglo anterior hubo asamblea en O Rosal: "Más de mil mujeres armadas con palos, hoces y azadas se reunieron (¡se reunieron!) para pedir que la recaudación de consumos de esta población no fuese adjudicada por subasta". Y el 31 de agosto de 1900 llegaron los Reyes (la regente María Cristina y su hijo Alfonso XII) a Pontevedra. Miles de personas recibieron a los monarcas en los muelles y el fervor (banderas en las calles, pañuelos, autoridades y alharacas) continuó en todas las calles a lo largo del día. Hubo dos misas, y al pasar la comitiva por la posesión de Lourizán, la familia del señor Montero Ríos "se encontraba a la puerta, y montó en un carruaje acompañando a los Reyes". Para acabar este repaso histórico en La Vanguardia, deja uno recuerdo de un artículo de homenaje que el periódico barcelonés hizo en los sesenta a Diario de Pontevedra tras cerrar éste (para reemprender su actividad meses después). Después de citar firmas históricas (Valle, Camba, Muruais, Said Armesto, Sánchez Cantón o Filgueira Valverde), recuerda el periódico catalán que fue Andrés Landín el fundador del Diario, y que su hijo Prudencio ("abogado famoso, político y escritor") escribió para La Vanguardia varios artículos pontevedreses. Acaba el columnista: "A mí me agrada leer mañanero los diarios de los pueblos y cuando vaya a Pontevedra no tendré esa satisfacción. Dirán algunos que soy un ejemplar de paletismo, pero entiendo que el primer contacto con las pequeñas ciudades debe hacerse con la lectura de su periódico".

martes, octubre 28

Pontevedra 1936: la vida en directo

La Vanguardia acaba de concluir un trabajo inmenso y feliz. Es el espectáculo de la Historia narrada en tiempo real porque La Vanguardia ha digitalizado todo su archivo: 127 años contados desde 1881 hasta hoy. Basta escribir las palabras claves y el buscador las rastrea hasta el siglo XIX, ofreciendo el destino de personajes ilustres en su momento decisivo. El domingo 13 de septiembre de 1936 éstas son, por ejemplo, las noticias de la página 10: "Se encargó de la base aérea de Marín el capitán de aviación, retirado, Aguirre. Los aviones facciosos volaban sobre los refugios de los leales, bombardeándolos. En Pontevedra el Ayuntamiento se sostuvo largo rato, defendiéndose con armas cogidas a los rebeldes. Entre los detenidos en el Ayuntamiento de Pontevedra figuran el diputado socialista Pampín y el líder galleguista Alejandro Bóveda. (...) Se cree que Alonso Ríos está herido. El diputado socialista Seoane está detenido en Vigo, lo mismo que el señor Poza, de Unión Republicana". Tres días después se da cuenta del destino del alcalde de Vilagarcía, Elpidio Villaverde: su huida a Portugal y su llegada a Madrid, donde "pedirá armas para ir a defender y salvar la República". Acabaría en el exilio de Buenos Aires, acompañando a Castelao, Suárez Picallo y Alonso Ríos en la fundación del Consello de Galiza. Repasar los años de la Guerra Civil a través de un periódico es como seguirla en directo: es el ténebre placer de la actualidad contada con la tensión del periodismo, sin el sonajero de los soldados de Salamina y verbosas novelas al respecto. En agosto de 1938 Maruja Mallo escribe un artículo que titula ‘Relato veraz de la realidad de Galicia’. En él se cuenta el saqueo de dinero -Bustelo Bustelo, médico de Vigo (ejecutado), y Víctor Lif, director de Prisiones de Pontevedra (encarcelado)-, a presos republicanos a los que hacían creer condenados a muerte para que entregasen todas sus posesiones. También escribe Mallo sobre ciertos rifirrafes: "Núñez, fascista, cuya propiedad reside cerca de Pontevedra, había emplazado una ametralladora en la azotea de su casa, y desde allí ametrallaba a los trabajadores el día de la rebelión. Los trabajadores incendiaron el hogar particular de Núñez, pereciendo éste. Su hijo, falangista, juró vengar la muerte de su padre. Llegó a matar a sesenta". Y el jueves 15 de diciembre de 1938, en la muy noble página tres, La Vanguardia anuncia en una columna: ‘Un médico septuagenario muere en la cárcel de Pontevedra’, con el subtítulo: ‘Antes habían sido fusilados un hijo del mártir y su yerno’. Era Celestino Poza. "Los facciosos le encarcelaron al producirse la sublevación y a pesar de su edad avanzada, unos 70 años, lo tuvieron preso en el lazareto de San Simón (...)". Estaba emparentado con los Adrio, víctimas Germán y José de los fusilamientos del 12-N. Las referencias a la Pontevedra del siglo XIX son muchas, más alegres y se contarán mañana: de aquí eran Montero Ríos o Portela Valladares, grandes personajes de la época, y los Reyes (María Cristina y su adolescente hijo Alfonso XIII) visitaron la ciudad, y escucharon misa en Santa María, el 30 de agosto de 1900.

lunes, octubre 27

Minibar

Lo extraño no es que una diputada del PP anunciase que Anxo Quintana tiene en su coche un minibar, porque la oposición tiende a dramatizarlo todo, sino que Quintana no le haya contestado a la patriótica manera: “¿Pero vostede cre que éstas son horas?”. El poder ha despojado al nacionalismo de la retranca, que era el bálsamo al que siempre nos agarrábamos los escépticos. A la acusación Quintana contestó ofendido, que era algo que nunca haría Beiras, un señor que expresaba su cólera descalzándose. Montó el vicepresidente una procesión de periodistas y les abrió el maletero de su coche en un gesto tan valiente como heroico: uno nunca sabe dónde va a aparecer Joe Pesci. Pero allí había paraguas, una botella de agua y una nevera de playa que la Política valoró en quince euros y que la Realidad puso en noventa: no olvidemos en su descargo que el alcalde de Ortigueira pagaba las copas en Ibiza con billetes de quinientos como si fuesen de cinco. La que no bajó al maletero a echar un vistazo fue la diputada del PP, que prefirió quedarse en el Parlamento hablando de la siembra de fresones en la aldea de los pitufos. No hay pruebas de que se pusiese colorada, porque esta gente está muy entrenada, pero seguro que no le hubiera dicho que no a un buen Chivas.

martes, octubre 21

Sexy Money

Ando estos días enganchado a Donald Sutherland, que es la manera más fina que he encontrado para decir que estoy enganchado a Sexy Money, la serie de Antena 3 que retrata el alboroto de la riquísima familia Darling. Perra vida ésta. Se va uno de Esperanza Sur a los desayunos con diamantes de Nueva York sin cambiar el pantalón del pijama y sin detener a tiempo los churretones de aceite que caen bocadillo de calamares abajo. En fin: los Darling, qué gran familia. Y el share, qué noria del destino. O como dijo hace poco un amigo: "Las tetas, qué curioso accidente geográfico".

La serie llegó campaneándose hace poco a la parrilla. Un argumento revolucionario: una familia con pasta que se tira el rollo durante capítulos enteros por culpa del sexo, los negocios y el pasado. Que con la que está cayendo se enganche uno a Sexy Money no deja de ser una truculenta ironía. Pero ahí está el viejo Tripp (inconmensurable Sutherland) reclinado en su sofá, departiendo con Nick, el abogado de la familia (el típico buen chico que acaba poniendo nerviosa a la audiencia, tan huérfana desde Michael Mancini y tan aburrida desde Richard Channing). Y Karen, la divorciada de ojazos marinos que ayer, en un muy estudiado descuido, dejó ver una barriguita sensual, imperfecta y deliciosa, a la exacta manera de aquella barriguita que María de Medeiros quería para poner cachondo a Bruce Willis en Pulp Fiction. Ahí están los dos jóvenes pijazos (Jeremy y la rubiales atontada sobre la que los guionistas han querido descargar hieles dirigidas a Paris Hilton y su linda troupe de niñas descaradas), y el cura que escribe sermones sin saber aplicarlos, follarín y más pecador que el diablo: llega a sobornar (In God We Trust) para quedarse la custodia de su hijo.

Y luego, en fin, está el héroe moderno que aspira a presidir los EE UU sin saber presidir aún su sexualidad: William Baldwin en la grasilla de Patrick Darling. Le pasa algo curioso a Baldwin: a medida que su cara ha ido engordado se han achicado sus ojillos de furioso azul océano. No es su hermano Alec, pero ya está en disposición de engullir la mitad de calorías que él. Mal rollito teniendo en cuenta que era en esa limpia mirada donde se asentaba, desordenado y caótico, su magnetismo sexual: se le escapó la Stone echando pestes y se le escaparán más, siempre que no atranque él mismo la puerta. Patrick encarna a la esperanza de los Darling, visto el indecente currículum que el genial Tripp fue diseminando después. Pero a su familia (esposa e hija) le sobra alguien, y no es una tercera (aunque tampoco un tercero). Así que Patrick lleva media serie sin saber para dónde tirar y a quién creer, con la mirada extraviada en algún punto intermedio entre su paquete y el de su novia

lunes, octubre 20

Que lo lean


Vilagarcía de Arousa acoge estos días la última guerra sentimental que le quedaba por librar al funcionariado: acogerse a su derecho moral de pasarse por el forro el horario de trabajo. La noticia es conmovedora y exige una lectura muy atenta. Los funcionarios del Concello llevaban treinta años trabajando de ocho y media a dos y media por una especie de tradición de origen inca, o algo así, cuando deberían hacerlo de ocho a tres. Y el Gobierno local tomó en septiembre una medida revolucionaria que pilló a todo el mundo por sorpresa: acogerse a la Ley. La reacción del personal no defraudó a nadie. No es para menos: harían falta plantaciones enteras de Colombia para abastecer de café los bares de Vilagarcía una hora más. En una de las cartas de protesta se pide “una reparación por los daños causados a mi imagen y dignidad pública como funcionario”. Quieren mil euros como compensación económica. Para pagarles el psicólogo, se supone. A los funcionarios los dibujó una vez Forges en un Seminario de Palos al Agua. Salía uno estrellando el palo en un cubo y el supervisor le decía: “Con más poderío, señor Peralejos”. Pero mi preferido siempre fue el del tipo que se acerca a otro y le dice: “Coño, no sabía yo que había media hora diaria de tute”, y aquella tierna y demoledora respuesta: “Pues léase el convenio”.

jueves, octubre 16

Los mismos malditos imbéciles

En su autobiografía, Mark Twain relata una anécdota que he empezado a contar feliz a la menor ocasión, estos días en los que se está poniendo de moda que la gente sepa lo que uno piensa gracias a los micrófonos abiertos. El libro, por cierto, es buenísimo. De Twain llegó a decir Hemingway algo conmovedor: “Es el mejor escritor que ha dado Estados Unidos”. No lo desmiente su autobiografía. Allí aparece en majestuosa armonía la infancia de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, la memoria que se recupera desde el primer aliento con una fortaleza envidiable y un sentido del humor prodigioso. Lo hace todo con el estilo de quien ha sobrevivido al estilo, llanamente, sin sonajeros, con la pretensión última de contar una historia. Por ejemplo, la anécdota referida a su amigo Tom Nash. Las épocas en las que se helaba el Mississipi salían él y Tom por la noche a patinar, probablemente sin permiso. “No acierto a ver por qué tuvimos que ir a patinar de noche, a no ser que fuera por eso, porque no teníamos permiso; porque no había ninguna diversión extraordinaria en patinar de noche si nadie iba a poner ninguna objeción”. En mitad de la aventura se escuchó un siniestro ruido sordo, “como de algo que se trituraba”: el hielo del río se estaba rompiendo. Después de una hora de sufrimiento llegaron a una orilla con el hielo partiéndose a sus espaldas. Antes, en uno de los últimos saltos, Tom cayó al agua. Se dio un baño muy desagradable, pero en un par de brazadas llegó a tierra. “Habíamos llegado a estar empapados de sudor, y el baño de Tom fue un desastre para él. Sufrió una procesión de enfermedades. Lo que cerró el lote fue la escarlatina, y salió de ella sordo como una tapia. También se quedó sin habla, pero le enseñaron después a hablar de nuevo, de una forma que nadie entendía lo que de verdad trataba de decir. Naturalmente que no podía modular su voz, puesto que le era imposible oírse a sí mismo cuando hablaba. Cuando él creía que estaba hablando en voz baja y de forma confidencial, se le podía oír en Illinois”. Más de cincuenta años después, el adolescente Samuel Clemens volvió a Missouri convertido en la celebridad Mark Twain a recibir un doctorado honoris causa. Aprovechó para visitar Hannibal, que había sido su pueblo, y en la estación de ferrocarril se encontró a una multitud que quería ver a su ciudadano más ilustre. “Vi a Tom Nash que se me aproximaba y yo me dirigí también hacia él, puesto que lo había reconocido al instante. Estaba viejo y con el pelo blanco, pero aún era visible en él el muchacho aquel de los quince años. Llegó hasta mí, hizo una trompeta con sus manos en mi oído, movió la cabeza hacia los ciudadanos y me dijo confidencialmente, con un grito como el de una sirena de barco en la niebla:

-Los mismos malditos imbéciles, Sam”.

martes, octubre 14

domingo, octubre 12

Carámbanos

Esta semana, al cruzarse con Gallardón por los pasillos de la Cope, Mariano Rajoy dijo una frase absolutamente escandalosa: “¡Carámbanos, Alberto, este es el único lugar en el que no esperaba encontrarte nunca!”. Ahora observen detenidamente ese “carámbanos”, desmenúcenlo con cuidado, como sorteando las espinas del pescado, y pónganlo en Google: 15.500 entradas. Pongan “carallo”: 124.000. Y “carajo”: casi tres millones. Hay que desempolvar muchos diccionarios para encontrarse ese “carámbanos”: se dice que hasta Gonzalo de Berceo lo descartó en su momento por obsoleto. Pero Rajoy dirige el PP con un lema apabullante: “Éste es un partido normal”, dijo hace un año, y una expresión renovadora y vanguardista que debió escuchar este verano en algún botellón de raperos en Nueva York: “Ni hablar del peluquín”. Cualquier día sale de casa para ir a un estreno de los hermanos Lumière. Ayer se le escuchó decir que el desfile militar era “un coñazo”, en íntimo homenaje a Brassens. Teniendo en cuenta que el año pasado dirigió un mensaje televisado a la nación en el que sólo le faltó el bombo, no deja de tener su desliz cierta justicia poética. “Córcholis”, se habrá dicho Don Pantuflo estrellando un sifón contra el suelo, “a ver quién desface ahora este entuerto”.

sábado, octubre 11

México lindo

Las alegrías de tener un blog, y los inescrutables caminos del Señor que traen a la gente a él.

jueves, octubre 9

Mexan por nós

O mesmo día en que o presentador Jesús Álvarez definía como unha mala xornada para os equipos españois a derrota do Atlético e o empate do Madrid contra Barcelona e Espanyol, xurdía en Cataluña a máis brava expresión de igualdade que se ten feito na Historia e unha das fronteiras que quedaban por derrubar para acabar co machismo: a mobilización das mulleres polo seu dereito a mexar na rúa. O lema impón: “Nosotras también vamos por la calle y podemos hacerlo”. Trátase dunha maneira, din, de contribuír á loita feminista centrada nas formas cotiás de sexismo. Quere dicirse que o feito de que un home pare na rúa a mexar é sexismo, xa que é algo que (ata onte) non se podía permitir unha muller. O que non saben moitas feministas é que cada vez aos homes nos gusta máis mexar sentados (na casa, preferentemente, e aínda máis: no váter). Ten máis que ver coa preguiza que co feminismo, pero xa se sabe que na vida, como no xornalismo, o de menos é o why. Polo demais, a psicose das mulleres sen baño e dos nacionalistas que aplaudiron ao presentador Álvarez ten diagnóstico: demasiada sensibilidade. Andamos todos pola casa coa punta dos pés e as luvas postas, non vaia caer algún floreiro. E conviña desensibilizarse un pouco, máis que nada polas feministas que defenden o mexo furtivo. Non vaian a empezar a xuntarse por miles en manifestacións.

martes, octubre 7

Qué lástima pero adiós

Me despido de ti y me voy.

El paraíso eran las vacas

Cuando Borges escribió que no hay más paraísos que los paraísos perdidos desconocía los secos aldabonazos de las religiones, esas ideologías de la fe. O las conocía muy bien, porque de Borges se filtró en su momento que era un señor que lo sabía completamente todo, y lo que hizo fue utilizar paraíso en el sentido exacto que la palabra merece, y que no es otro que el de una brillante frivolidad. A falta de que la Iglesia católica concretice la oferta de su solar en el cielo y su valor real en Bolsa, el fanatismo islamista promete algo bastante más prosaico: vírgenes. Hace meses circuló por los correos una secuencia de Postal, la película de un director al que la crítica considera más grande que Scorsese, y en ella los dos terroristas que se dirigen a las Torres Gemelas dicen:

"Nos esperan 99 vírgenes perfectas que nos adorarán... ¡eternamente!".

"¿Qué dices? Pensaba que eran cien".

A Idílico, el toro que indultó José Tomás hace unas semanas, le esperan cuarenta vacas y vida de semental: lo llevaba en el nombre. El animal tuvo suerte. Otros indultados no superan la ansiedad y el estrés de tan artística faena y mueren a los pocos días. Pero curados los tajos de veinte centímetros de profundidad repartidos por los lomos y con ochenta kilos menos que con los que partió a la plaza, regresa al toro a la vida. Tendrá cuatrocientos hijos, que son más o menos los que dicen que tiene Bin Laden. No se descarta que Tomás los indulte a todos en una tarde mágica.

Cierta idea del paraíso ya está en la Tierra y los caminos para llegar a él no exigen la vida: basta con salir a la arena a embestir con garbo para que luego a uno le concedan, graciosamente, el indulto y cuarenta vacas. Otros prefieren sin embargo el camino de carretas de la muerte. El de la foto, por ejemplo, es Omar Bakri Mohammed, y sus posiciones como clérigo de la comunidad musulmán (la depravación y la moral degenerada de unos países condenados a la destrucción y a la muerte) le llevaron a ser expulsado del Reino Unido. Hizo las maletas y marchó, pero olvidó algo: su hija. La niña tiene hoy 26 años y es bailarina de striptease: salió al padre, pero del revés. No parece consternada porque Occidente es lo que tiene.

lunes, octubre 6

Sementales

El volumen, la movilidad de los espermatozoides y su concentración fueron los tres ejes sobre los que se asentó esta semana una de las victorias más decisivas que este país ha logrado en su fértil (¡fertilísima!) Historia. Los gallegos tenemos, según un estudio, el mejor semen de España: ¡y qué callados estábamos todos! Para un país que arrastra un retraso histórico tan formidable que hasta el BNG pidió, por favor, que el reloj se atrasara también una hora para ir pillando el ritmo, el dato es demoledor. Un pueblo deficitario en comunicaciones, puestos de trabajo y sueldos, pero puntero en marisco, albariño, cocaína y semen. No somos una nación: somos una orgía. En perspectiva turística el target es poderoso, inquietante, casi poético. No digamos cuando lleguen a Babilonia en procesión, como ardientes cayucos, los legendarios autobuses de solteras de poblachones manchegos que circulan sin rumbo por las carreteras de Castilla. Urge, por lo demás, enterrar ritos semisatánicos como éste de las nueve olas de A Lanzada, a donde mujeres desnudas acuden el último fin de semana de agosto para quedarse después embarazadas, y reclamar de la Xunta (¡y Rei Zentolo!) un poco de cintura: presumir con orgullo de lo nuestro (sea lo nuestro lo que sea) y gestionarlo con sentido para evitar derroches como el volcado de los ganaderos estos días en nuestras carreteras.

jueves, octubre 2

Sé lo que hicisteis en la última caverna

Como se preveía hace ya muchos años, casi desde que la revista Qué Leer lo presentara a mediados de los 90 como un monje benedictino de las letras de holgado capuchón, en violenta face-to-face con los salvajes Loriga y Mañas, Juan Manuel de Prada ha escrito en un dominical el artículo que lo depositará ruidosamente en la posteridad. Sospecha en él de la evolución, algo que debe de ser probable en algunos hombres más que en otros, defiende el creacionismo con rigor literario (que en ciencia es el rigor mortis) y larga alborozado, sacándose el hábito en despelote feroz, un final espléndido, imagina uno que a la altura de todos los finales espléndidos de las novelas a los que sus lectores nunca tuvieron la paciencia de llegar. "El creacionista no es ese friqui fanático que se aferra a la literalidad del primer capítulo del Génesis; es, pura y simplemente, la persona que se niega a comulgar con las ruedas de molino del pienso ideológico con el que nos pretenden abducir y se pregunta: ‘¿Qué ocurrió en las cavernas para que un ser rudo y primitivo se pusiera a pintar?". Qué ocurrió, se pregunta De Prada delante de las cuartillas agarrándose los cabellos. ¡Qué ocurrió!, grita tirando las gafas al suelo, sofocado, mientras garrapatea en la esquina de un folio el teléfono de Telepizza. ¡Qué ocurrió! No ocurrió nada. Qué iba a ocurrir. Un ser rudo montó a otro y luego, en vez de fumar un pitillo, se puso a pintar la mona, de ahí la expresión. La comunidad científica se ha echado encima de él sin tener el coraje de no hacerlo, que era lo difícil. Juan Manuel de Prada es un escritor que trabaja con palabras (demasiadas) y que vive la vida literaria que tanto ha admirado en otros tiempos. Ha tenido jaleos muy sonados con Trapiello y un destete ingrato con Umbral, que lo amamantó en su flácido pecho. Está en la pomada, que se dice, y a veces cuesta. Es como una famosa de la que se deja de hablar un tiempo: necesita ir a la tele a decir que se ha follado a un delantero. De Prada también se trabaja de cuando en vez golpes sonoros, como preguntarse enrabietado qué pasó hace miles de años dentro de una caverna para que allí dentro se dibujasen bisontes o exigirle a la ciencia que demuestre que no existe Dios y, de paso, el Ratoncito Pérez. Juan Manuel de Prada es escritor y más aún: literato. De los cargantes, por eso el ornamento, los floripondios, los latinajos y esa jabonosa prosa casi intraducible, de lo coñazo, en sus comienzos. No se alboroten los científicos y no se pongan cachondos los que aún esperan a los Reyes Magos. A De Prada le importan un pito Darwin y el creacionismo: él sólo quería un sitio con mucha luz en el que ir amontonando sus adjetivos.

Franquistein

Un día despois de que o científico Anxo Carracedo dera unha lección maxistral en Pontevedra sobre o xenoma e as súas vibrantes consecuencias, o deputado Aymerich (BNG) vén de dar outra no Parlamento: o PP ten "un código xenético conservador e reaccionario". Non sabemos que dirá Carracedo disto e, peor, non sabemos que dirá o alcalde Fernández Lores, sentado en primeira fila da conferencia e encantado coa clase. A xenética en mans da política é un valor intraducible, por iso que o PP respondera falando de cromosomas X e Y foi como se de súpeto empezase a tocar o bombo o coelliño aquel de Duracel. Algo si chamou a atención: o aviso de Aymerich de que os do PP "veñen do franquismo". De onde vén Aymerich: do republicanismo cívico de Pettit, da Idade do Xeo, do carlismo, da revolta irmandiña? Se hoxe se fala do franquismo, axitado como un ser vivo con retallos de cemiterios, é polo que é antifranquismo teórico, véxase Aymerich, ou práctico naqueles anos, véxase Pío Moa. Cando a socialista Villarino lle nega a palabra ao deputado, el di: "A presidenta do Parlamento é do PP". Mais había que traducir ao acusica. Contou un bo día Fernando Savater que lle suaba a idea de España, Ferlosio que leva odiando España desde sempre e onte Garci, orgulloso da súa xenética, soltou que a traxedia (revertiana, suponse) de España é "inextinguible". Se de algo pode presumir o nacionalismo é da súa concisión, o seu acougo e a súa lucidez histórica. O deputado Aymerich, mirando a Dolores Villarino e sinalándoa con certo medo, quixo resumir o estado xeral das cousas: "España es ti". Tamén Carracedo, nun momento xenial da súa lección, revelou ao público que calquera, na súa casa, pode coñecer o ADN do chícharo.

miércoles, octubre 1

O derradeiro acto de Valle-Inclán


("Presumía de faquir, no sólo porque apenas comía, sino porque fumaba has-chis", dixo del Ramón Gómez de la Serna. No seu enterro tremeu o chan pola treboada, fíxose noite de súpeto e os centos de obreiros que acompañaban o seu corpo quedaron nos bares. Chegaron poucos ao cemiterio de Boisaca, e con eles un grupo da Falanxe que matou alí un can e leváronno sobre uns paus en procesión para enterralo xunto a el. Case a hostias polo crucifixo do cadaleito, ao final houbo quen se tirou sobre a caixa do difunto xa na tumba. Xenio e figura, din, ata na sepultura, os derradeiros días de Valle-Inclán foron en Santiago, e non se coñece visita á súa vella Pontevedra).

Un mozo levaba tempo indo a unha das tertulias que Valle-Inclán tiña en Madrid. Pasaron dous anos antes de que puidese ler un poema seu, e unha tarde Valle autorizouno. O rapaz colleu aire, mirou ao tendido e lanzouse. Non lle deu tempo a moito, porque no terceiro verso escoitou, morto de vergoña, un tremendo orneo. “¿Quién..., quién fue?”, preguntou. “Habrá sido el eco”, respostou, cun sorriso malvado, Valle. ¿Certo ou non? De Valle, advirte o seu neto Javier del Valle-Inclán Alsina, cóntanse historias populares como se contaban de Quevedo: lendas que circulan nun círculo ademáis tan sensible a elas, como o literario. Da súa estadía en Santiago de Compostela, a derradeira estación da vida do escritor de Vilanova, publica estes días Javier del Valle-Inclán, Carlos G. Reigosa e José Monleón ‘La muerte de Valle-Inclán. El último esperpento’, editado por Ézaro.

Chegou Valle a Santiago en marzo de 1935 e ingresou no sanatorio Villar Iglesias, onde acabou morrendo de cancro o 5 de xaneiro de 1936, negándose a recibir o auxilio relixioso. Por este “príncipe de las letras castellanas”, que dixo o alcalde de Santiago nun bando (“Valle-Inclán reposa para siempre entre nosotros, fundido en la historia de la ciudad como un aureo blasón, como un diamantino broche”), sucedéronse artigos e reaccións por toda España, tamén na súa Galicia. En A Nosa Terra, dixo o Partido Galeguista: “Tense discutido moito a prol de si a obra de Valle Inclán era ou non obra galega. Nós coidamos que si. Galega pol-a forma e galega polo esprito que a animou. (...) Valle-Inclán veu morrer á súa terra. No Sant-Iago das súas primeiras novelas repousa xa para sempre o seu corpo”. Castelao, dise no libro ‘La muerte de Valle-Inclán’, foi máis breve, pero tamén contundente: “Jamás he visto un cadáver que me infundiera más respeto. (...) Toda Galicia está en su cuerpo”. Valle-Inclán Alsina xa documentara os derradeiros días en Santiago cun traballo editado polo Concello. Nel se di que a última homenaxe a Valle antes da Guerra Civil foi en Pontevedra, onde se levantou un busto dos alumnos do Instituto de Tui, entre eles Álvaro Álvarez Blázquez. O acto foi o domingo 21 de xuño, e alí estaban entre outros Osorio-Tafall, Iglesias Vilarelle ou Manuel Cabanillas. Tamén un mozo que, cita Valle-Inclán Alsina, “anos despois acadaría sona como poeta e editor”: o pontevedrés Sabino Torres.

Nun traballo feito por Francisco J. Pérez Blanco, do departamento de Medicina da Universidad de Granada, relátase con precisión as penurias físicas de Valle. Titulado ‘La hematuria de Valle-Inclán’, o autor fala do uso de cannabis e alucinóxenos non para evitar o dolor, senón como maneira de evadirse. Deixa escrito ademais a idea que había por Santiago de facer unha recolecta para regalarlle un pazo, ao que resposta: “¿Un pazo? Es tarde. Más bien un arreglo en la fosa común”. Nas súas memorias Cela di que Valle morre na cama escribindo un poema que empeza: “Caballeros, ¡Salud y buena suerte! / Da sus últimas luces mi candil / Ha colgado la mano de la muerte / papeles en la torre de marfil”. La Voz escribe que dixo esta frase: “No quiero en mi entierro ni cura discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabiondo”. Aos xornalistas que tanto inventaran sobre el, déixalles: “Te dejo mi cadáver, reportero. El día que me lleven a enterrar fumarás a mi costa un buen veguero, te darás en La Rumba un buen yantar”. Feo, católico e sentimental, morreu como dixo Umbral que vivira: con señorío, sinceridade e insolencia.

25-05-08