Personas que lo han tratado de cerca hablan de él como de un seductor insaciable, no sólo de los votantes sino también de las mujeres. Nada malo en un hombre casado: seducir no es follar. Consta que es el primer aficionado a sí mismo: su hincha más fiel. Y cultiva con descaro la imagen de centrista apercebado: selecto, enjundioso y de tronío. En los últimos tiempos se ha dejado ver por Pontevedra, tierra madre de Rajoy, para darle aliento a Telmo Martín, que gusta de compañías modernas. Y llevó su cortesía hasta acoger en la capital del Reino a una delegación local del PP para contarle los misterios de la obra de la M-30, que Martín quería trasladar a Pontevedra: ese día se desprendió parte de la estructura, para chufla de BNG y PSOE. En nuestra ciudad disfrutó Gallardón de horas felices. Mediada la tarde se refrescaron Feijóo, Martín y él con las tres cervezas más grandes de un bar. Entre sus exhibiciones más conocidas, la de su ambición es la que más ha dado que hablar. Todavía retumba su frase: “No hay nada que yo no haya conseguido”. Ha sido tan precoz en todo que debería haber pensado en serlo también en la derrota. Últimamente lo he asociado íntimamente, con las graves diferencias que van de Francia a España, con Sarkozy, más allá de la sangre compartida con Cècilia bajo el auspicio de Albéniz: también Gallardón necesita sus chutes periódicos de notoriedad, el aire épico de un gobernante hiperactivo que no renuncia a nada y, peor aún, lo anuncia sin complejos. En las últimas semanas se supo que los ratones merodeaban su despacho. No se arrugó y siguió luchando: le rodeaban molinos más grandes. Ahora se emociona en público (otra de sus burguesas aficiones) lamiéndose con inteligencia las heridas. Como es listo, sabe que las derrotas más duras abonan a menudo las victorias más sorprendentes. Y si hoy traga el veneno inoculado, mañana encontrará dónde expulsarlo.
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8 comentarios:
Teño a sensación por non dicir a certeza de que a loita entre a versión madrileña de Goliat e David vai encamiñada a tapar as vergoñas do resto do persoal.
Pero mentres queden modelos reconvertidas a cantantes e a periodistas sempre quedara a posibilidade de volver a estar no papel cuché e gañar enteiros ante a tan socorrida audencia rosa.
Excelente crónica.
Últimamente estás especialmente brillante, Mr Jabois... Por encima incluso de la media de brillantez que acostumbras. Deberías colgar aquí tus artículos -estupendos- de la revista Retranca, y promocionarla un poco desde el blog. Felicidades de un fiel lector tuyo.
Buenas Manuel.
Te suelo leer asiduamente y cada uno expresa su pensamiento como quiere. Yo ahora mismo no recuerdo haber leído nada de ningún desprendimiento en la M-30. Sí hubo una fuerte tromba de agua que inundó algunos pequeños espacios. No me parece ético hacer de lo anecdótico lo general. Si no se hace nada obviamente nunca ocurrirá nada. Lo importante es que en 4 años se ha realizado el soterramiento de 30 km de la calle 30 y creado 1 millón de m2 de espacios públicos.
Ver el resultado de la obra: http://www.youtube.com/watch?v=KEalKZRpyl4
Saludos
Veo que compartimos insomnio, Iris. Cuenta El País que Esperanza Aguirre le dijo a Gallardón que ahora partían los dos con las mismas opciones. Lo curioso es que se lo dijo dentro del ascensor de la sede. Me recordó al polvo de Atracción fatal, pero sin polvo.
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Gracias, Rebuznos.
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Sìsar, tienes razón, no hubo desprendimiento: toqué de oído. Hubo, por lo que leo ahora, corrimiento de tierras y varias inundaciones en la obra el mismo día de la visita del PP local. Eso sí que me suena más, porque recuerdo que estuvo en la portada de los digitales todo el dia.
http://www.elpais.com/articulo/espana/tromba/agua/caida/Madrid/inunda/tuneles/M-30/elpepuesp/20070428elpepunac_6/Tes
Saludos.
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"Tannhauser dijo..."
Aquí no puedes hacer comentarios, cariño. No está bien.
:-)
Buenísimo este artículo, Manuel. Después de leer unas bastantes crónicas periodísticas sobre el mismo tema estrella, tengo clarísimo que me quedo con ésta.
En el Diario de Pontevedra no saben lo que tienen...
"unas bastantes"... Me ratifico.
Muchas gracias, Conde. Ya sabes que los elogios hay que medirlos en base a su procedencia. Por eso yo los tuyos (¡aunque no deba creérmelos!) los guardo con especial cuidado.
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