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lunes, febrero 9

A estación violenta (III)

(...) Hasta donde llevo leído, los personajes de A estación violenta parecen atrapados en cierto romanticismo, un peligroso 'romanticismo de sí mismos' del que no quieren salir: la épica del perdedor. Es la historia de unos jóvenes que se desencantan pronto de la vida. Me los imagino como un grupo de niños bien que hacen juergas en chalés con piscina y beben y se drogan, tipo Historias del Kronen pero de la Caeira (o eso me parece a mí, no sé), envueltos en una especie de “malditismo pijo” (expresión que, creo recordar, utilizó el propio Jabois en un post sobre los Panero); después algunos salen mal parados y otros se hacen mayores pero no quieren ser mayores, como Peter Pan pero con whisky. Y los vemos siempre desde después, desde el futuro que proyecta implacable su tristeza sobre el paraíso perdido: quizás por eso parece a veces que se toman demasiado en serio a sí mismos y se ponen fúnebres y sentenciosos y están de vuelta de todo. Supongo que, en un momento dado, todos los jóvenes postadolescentes (¿a los veintipocos?) nos creemos especiales, únicos, queremos autoafirmarnos como “generación” y buscamos diferenciarnos de los otros, etiquetarnos, analizarnos, y nos sale indefectiblemente un “nosotros” demasiado petulante, que se da importancia. Pronto nos daremos cuenta de que ese “nosotros” también era un espejismo (no sólo lo eran nuestros sueños), el mismo espejismo exactamente de los que ya fueron y de los que vendrán (...)

Conde-Duque, escribiendo y cómo de A estación violenta

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Merqueina hoxe. Vaime acompañar a Pamplona, do 13 ao 16 de febreiro (xa sabe, vén James Benning ao Festival Punto de Vista).

M. dijo...

Agardo que lle faga boa compaña, amigo Pawley, e gracias pola confianza.