En el primer cajón de cualquier motel de carretera de Estados Unidos hay una Biblia y a veces, si el motel es de categoría, un revólver cargado con cachas de nácar. En España lo único que se puede encontrar en el cajón de un motel es un bidé de repuesto y una muestra de Brummel. La reserva espiritual que antes pregonaba el Caudillo bajo palio ahora la protegen las escuelas públicas manteniendo el crucifijo sobre el encerado a modo de aviso: así acabó el último que no hizo los deberes. Los presidentes del Gobierno tienen que jurar el cargo frente a la Biblia, que viendo el panorama mejor vendría al caso cualquier libro de Cunqueiro. Cuando Cuiña pensaba las carreteras que necesita Galicia sabía lo que venía encima: autobuses de solteros desplazándose de una parroquia a otra y autobuses de mártires lingüísticos que cruzan en verano el Padornelo a la búsqueda del Santo Grial de la lengua común. Ahora ya circulan por Madrid líneas regulares con publicidad atea que llegarán a Galicia, donde hay cines que aún estrenan El príncipe de Zamunda, dentro de una década. Si Dios existe o no debería ser competencia de Iker Jiménez, pero hay quien en lugar de ver la viga propia ve la paja ajena: la blasfemia ha sido respondida de forma contundente por autobuses de publicidad sagrada. Que la DGT los coja a todos confesados.
lunes, febrero 2
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario