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miércoles, marzo 11

El Cuestionario Proust

El Cuestionario Proust se llama así porque al parecer el autor francés lo respondió dos veces divinamente, a los trece y a los veinte años. Son catorce preguntas muy manoseadas por los periodistas de las que siempre se han dicho que perfilan muy bien la personalidad (la personalidad del periodista que las ofrece, quiere decirse). Yo he descubierto el test ahora (de ahí mi insolente pureza) y llevo una semana ante el folio en blanco como ante un cadáver, casi incapaz de tocarlo, porque uno a diferencia de Manuel Vicent el pánico le entra cuando no hay nada que decir, no cuando se ha dicho todo (por muy mal que se haya conseguido decir). Pero sí he leído varios para entrar en calor. Hay ocasiones históricas en que uno necesita que le arropen sobre todo si la compañía es grata y depara grandes momentos. Roberto Bolaño, por ejemplo.

¿Cuál es el defecto propio que más detesta?
Yo soy una persona llena de defectos y todos son deplorables.

Lo que más le desagrada es «la mala educación» y sus palabras más usadas «joder» y «coño». Su estado mental más comun se sitúa «en los lindes de la idiotez, como casi todos los seres humanos». Bolaño aspira a morir haciendo el amor, y no es la primera respuesta así. A mi amigo José Antonio Montano le gustaría morir viejo tiroteado por su mejor discípulo tras descubrirlo en la cama con su mujer. De Montano, con el que hallé una fantástica casualidad / causalidad que desvelaré a la prensa cuando haga público mi test, envidio su respuesta sobre quién le gustaría ser: «El hombre en cuyo abrazo desfallecía Beatriz Viterbo». Encuentra uno cálida la mirada de Vargas Llosa a las faltas que son más perdonables: «Aquellas que se cometen por fidelidad a una pasión». A Proust le gustaría ser Plinio el joven y hay algo turbador en su respuesta sobre la cualidad que desearía en un hombre: «Los encantos femeninos». Bolaño miente «cuando hablo de pintura abstracta y cuando hablo de poesía metafísica». Me gusta su ideal de triunfo («que mi hijo me recuerde con cariño»), me disgusta su ideal de felicidad (pasarse el día en los bares de Andalucía conversando, con la de bares que tenía en Galicia) y celebro los héroes literarios que nombra: Julian Sorel, el muchacho arribista y tremendo de Rojo y negro, y el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa.

Uno es de vocaciones tardías, aplazables y desérticas. Llevo una semana agitado tratando de desconocerme al punto de exhibir un Cuestionario Proust tan sincero que me arroje a la caldera del infierno. Tengo ya algunos borradores con respuestas que varían dependiendo de la hora. Uno de mañana es cerebral y desapasionado como un killer y a medida que avanza el día se remueven las pasiones, comúnmente las más bajas. El resultado produce espanto porque a pesar de lo que se diga uno siempre acaba distanciándose de la persona que los demás quieren creer que es. Entre el Jeckyll y el Hyde uno que abominó de Dios siempre halla acomodo en la tiniebla. Pero nada mejorará nunca la primera respuesta del jovencito Marcel Proust:

¿Cuál es, para usted, el colmo de la desdicha?
Estar separado de mamá.

4 comentarios:

Alejandro Macías dijo...

Bernard Pivot hacía este cuestionario a grandes autores como Nabokov o Duras en su programa Apostrophes al final de una larga entrevista y había respuestas realmente memorables. Yo quise responderlo una vez y me di tanta pena que decidí que lo volvería a intentar cuando atacara al Ulises de Joyce, epítome de la intelectualidad mal entendida por excelencia.
Por cierto, mucha suerte con tu novela.

M. dijo...

Muchas gracias, Alejandro!

SPQR dijo...

Y a mí que la respuesta del tiro me suena. ¡Bah! algo tan bueno tiene que ser de Montano.

M. dijo...

Jajaja, perro viejo... Wilder estuvo rápido plagiándolo!