
(En su día más triste, un recuerdo de los buenos tiempos)
Lo que ha hecho la Familia Real en su felicitación navideña es lo más natural del mundo. Ni siquiera se ha preocupado de cuidar los detalles para tratar de hacer pasar por real una postal que no era más que una imagen manipulada. Para qué, si ya lo sabemos todo. Arcadi Espada fue el único que advirtió el detalle: "Somos un fotomontaje, ha reconocido la Casa Real". A estas alturas los Reyes no están por la labor de engañar a nadie. Ni siquiera su familia. Efectivamente, son un fotomontaje. Una manipulación pergeñada en años difíciles para sostener al funambulista. Unos rostros pegados aquí y allá para dar una impresión que ellos y nosotros sabemos falsa: la Familia Real es una clase de Plástica, un collage de sexto de EGB. Pero las entrañables postales navideñas son habituales en Navidad, y los Borbones se agarran a las tradiciones porque de esta forma cogen aire, y sin ellas serían unos vulgares Rocasolanos, unos simples Urdangarines: una familia del montón, como los Alcántara.
La gracia del fotomontaje ha hecho que los periodistas se interesen por las felicitaciones navideñas de la Casa Real. Como es habitual, los árboles no dejaban ver el bosque: la estampa esotérica de la familia Marichalar sobreviviendo al naufragio de su estilosa pretenciosidad. La genética impredecible. En lugar de felicitar la Navidad parece que están felicitando el Hallowen. Jaime de Marichalar representa muchas de las cosas que uno rechaza sin tolerancias de ningún tipo. La exquisitez. El artificio. La rimbombante extravagancia de foulard y patinete. El clasismo de corte y confección. En cualquier otro la ausencia absoluta de belleza despertaría compasión, pero en él es parte del decorado, una suerte de Pasarela Cibeles organizada por Josemi Rodríguez Sieiro: un horror, un espanto.
Lo que realmente resulta lastimoso de la postal de los Marichalar es que no sea un fotomontaje. Esa risa, la risa del duque, sólo se encuentra actualmente en los trenes de la bruja, en un abogado cabrón o en un hincha del Barcelona viendo un partido del Madrid. Es una risa que cabalga entre el pavor y el escarnio. Felicitar la Navidad así es doloroso. Pero es lo que hay. Podríamos pensar que con todo el dinero que les pagamos para que nos representen tan dignamente por el mundo podría hacerse algo más, pero es lo que nos ha tocado. Puestos a pagar, hubiera preferido uno que nos diesen el espectáculo de los británicos, con Lady Di, Camilla y por ahí todo seguido. Pero la Familia Real española apuesta por la sobriedad teñida de cierto desapasionamiento, como si ya supieran que les han levantado el chiringuito. Es lo que hay, nos vienen a decir: qué le vas a hacer.