¿Cuál es el defecto propio que más detesta?
Yo soy una persona llena de defectos y todos son deplorables.
Lo que más le desagrada es «la mala educación» y sus palabras más usadas «joder» y «coño». Su estado mental más comun se sitúa «en los lindes de la idiotez, como casi todos los seres humanos». Bolaño aspira a morir haciendo el amor, y no es la primera respuesta así. A mi amigo José Antonio Montano le gustaría morir viejo tiroteado por su mejor discípulo tras descubrirlo en la cama con su mujer. De Montano, con el que hallé una fantástica casualidad / causalidad que desvelaré a la prensa cuando haga público mi test, envidio su respuesta sobre quién le gustaría ser: «El hombre en cuyo abrazo desfallecía Beatriz Viterbo». Encuentra uno cálida la mirada de Vargas Llosa a las faltas que son más perdonables: «Aquellas que se cometen por fidelidad a una pasión». A Proust le gustaría ser Plinio el joven y hay algo turbador en su respuesta sobre la cualidad que desearía en un hombre: «Los encantos femeninos». Bolaño miente «cuando hablo de pintura abstracta y cuando hablo de poesía metafísica». Me gusta su ideal de triunfo («que mi hijo me recuerde con cariño»), me disgusta su ideal de felicidad (pasarse el día en los bares de Andalucía conversando, con la de bares que tenía en Galicia) y celebro los héroes literarios que nombra: Julian Sorel, el muchacho arribista y tremendo de Rojo y negro, y el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa.
Uno es de vocaciones tardías, aplazables y desérticas. Llevo una semana agitado tratando de desconocerme al punto de exhibir un Cuestionario Proust tan sincero que me arroje a la caldera del infierno. Tengo ya algunos borradores con respuestas que varían dependiendo de la hora. Uno de mañana es cerebral y desapasionado como un killer y a medida que avanza el día se remueven las pasiones, comúnmente las más bajas. El resultado produce espanto porque a pesar de lo que se diga uno siempre acaba distanciándose de la persona que los demás quieren creer que es. Entre el Jeckyll y el Hyde uno que abominó de Dios siempre halla acomodo en la tiniebla. Pero nada mejorará nunca la primera respuesta del jovencito Marcel Proust:
¿Cuál es, para usted, el colmo de la desdicha?
Estar separado de mamá.