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viernes, septiembre 1

Os 20 da TVG

Llevamos varias semanas algunos con el corazón en sobresalto por el despliegue retro con el que la TVG se exhibe temerariamente en la parrilla. Uno caza 20 na Galega, un zapping de los viejos tiempos en la autonómica, con la centelleante certeza de asistir a un momento único: para superar la imagen de un veinteañero Manuel Rivas con destellos rojos en el pelo entrevistando a un burro en un plató o a Pepe Domingo Castaño tostado con gafas doradas es necesario un cruce genético entre Isabel Coixet, Bigas Luna, Leni Riefenstahl y Tulio Demicheli. Harto improbable, pero abrasivo en cualquier caso.


Con el programa la TVG ha decidido algo con mucho sentido común: sacarse el polvo de encima exhibiéndolo. Es una táctica inteligente que demuestra que, lentamente, algo se va moviendo en la televisión pública: es un giro lento, como aquel de la cintura de Koeman, pero cuando llegue a donde quiere llegar la TVG se situará en el lugar que se merecen los gallegos. La noche en la que se proyecte una serie protagonizada por un líder de la AMI admirador de Malú y un votante de Baltar que deteste el pulpo la TVG adquirirá ya un sentido propio, un aire moderno. Yo lanzo esa idea de un Vaya Semanita posbravú (qué daño nos hizo el bravú), con referencias continuas a la actualidad: podría hacerse, simbólicamente, sobre la tumba del plató de Supermartes.


En 20 na Galega repasa la TVG sus años mozos paseando de una cuerda el monólogo de sus tristes decorados y el aire ímprobo de un proyecto de televisión al que se le asocia con excesiva celeridad Magnum y Falcon Crest. Todo mentira: detrás de la TVG había galegos coma ti, que decía Fraga en el cartel (pero Fraga mentía: ningún gallego se conservaba como él). La cita televisiva está trayendo imágenes imborrables. Eva Veiga entrevistaba en 1987 a Carmina Ordóñez. Carmina era todavía una promesa, pero la entrevista se hizo de noche, naturalmente: el destino iba dejando pistas. El rostro vibrante en belleza de la adolescente falangista se había transmutado en una belleza concentrada en unos pocos rasgos que solapaban incluso una sombra de viruela. Uno siempre fue un declarado fan de la Carmina oronda adicta a las pastillas que se balanceaba en Salsa Rosa como Elvis Presley por los casinos de Las Vegas: fulguraba en esas maravillosas carnes el inquebrantable latido del deseo. La Carmina de la TVG, sin embargo, era una pipiola a la que el futuro machacó sin piedad: "Yo deseo que ninguno de mis dos hijos sea torero" y "De eso no hablo: hay cosas de mí que jamás se sabrán", dijo la pitonisa Lola.

Hubo algo aún mejor. En 1986 Manuel Rivas entrevistó a un burro. Tenía el escritor como destellos rojos en un pelo abundante y el rostro geométricamente diseñado, sin el aire literario que le dotó después Xurxo Lobato a través del objetivo: era un Rivas en su adolescencia intelectual, a punto de cambiar burros por vacas y arrancarle el prefijo televisivo al surrealismo. Pero al final, el que deslumbró en 20 na Galega fue Antón Reixa. Hace veinte años el líder de Os Resentidos decía mirando a la cámara algo así como que "ninguén debe tratar de facer o que non sabe e querer ser algo máis do que é". A la TVG le faltó cintura para meter la estocada: emitir inmediatamente después O lapis do carpinteiro.

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