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viernes, septiembre 1

Los nuevos amos de la grifería

Tiene uno la sensación de que la única forma de hacer justicia con Juan Antonio Roca, el asesor de Urbanismo de Marbella, es utilizar la piel de su espalda a modo de alfombra a la entrada de cualquier Audiencia provincial. Todo el recauchutado millonario de sus cuentas corrientes empalidece cuando la televisión reposa sobre sus bienes animales: su oso polar disecado, la cabeza de su cervatillo, la piel de cebra sobre el suelo y esa maravillosa pata de elefante auténtica haciendo de paragüero: el paragüero de la democracia. Pero el mal gusto no es insólito. No es casual que sea la costa española la que más especies acumule de esos trasnochados ladrilleros que no dudan en colgar un Miró encima de un jacuzzi: lo primero que hizo Tony Montana con sus montañas de millones de dólares ganados con la cocaína fue comprarse un tigre y decorar el recibidor de su patética mansión con un gran centro en el que se eleva un globo terráqueo sobre el que podía leerse The World Is Yours.

No he dejado de darle vueltas al figurón de Montana retratado por Brian de Palma en Scarface mientras leía artículos y reportajes sobre el figurín de Marbella. Aquello eran los setenta en Miami, pero en los ochenta Laureano Oubiña todavía manejaba Pazo Baión en Cambados y disponía de una flota de automóviles de lujo tan exagerada como su impunidad. Después de la Nécora de Garzón se hizo imposible construir un imperio ampuloso y puramente recreativo al amparo de la cocaína: los grandes narcos de hoy no tienen grifería de oro y palacios de diamantes, y si los tienen, no los exhiben. Ha sido el ladrillo el que ha tomado el testigo de esa jauría de depredadores a los que los millones estéticamente les quedan como a un lord inglés una boina. De todos ellos, unos han logrado sobrevivir y otros se han quedado tirados en la cuneta del mal gusto, mordisqueados y ninguneados por la jerarquía de la alta cuna, zarandeados por los medios e injustamente estigmatizados a causa de su escasa educación por una sociedad incapaz de comprender que muchas veces el dinero es una cuestión de instinto y no de másters acumulados sobre carreras inservibles. Los que ha intentado sobrevivir lo han hecho refugiándose en la comodidad de la discreción y entre los segundos hay quien ha respondido al rechazo comprándolo todo, incluido el rechazo mismo, o quien se ha retirado a sus cuarteles de invierno empapados en oro con la herida del resentimiento sangrándolo todo. Los más son los que mejor uso han hecho del dinero: comprarlo todo y convertirse en amo, porque al amo no se le muerde la mano.

Roca era de éstos. Que un ingeniero en minas en paro llegue a Marbella y en quince años conserve un zoo disecado en cualquiera de sus palacios y se desplace en helicóptero no es algo que pueda hacerse con una discreción exquisita por más que se haya mostrado reacio a salir en los medios (salvo que ahora nos enteremos de que la policía investiga delitos financieros leyendo el Hola!). Si antes no sacaron al pájaro de la cueva ha sido porque tenía a un ejército de siervos plegados ante él por unas pocas migajas de sus millones conseguidos gracias al más viejo oficio del mundo: extender la mano antes de hacer un servicio. A quiénes les ha hecho el servicio y por qué la pirámide corrupta han gangrenado todo el eje administrativo y policial de Marbella va a ser algo digno de una curiosa atención ahora que empieza a descubrirse. Sobre todo desde Galicia, con su larga costa atada históricamente a las cadenas de las grandes promociones urbanísticas y la recalificación interesada bajo la pesada tiniebla de la sospecha.

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