Me he trasladado! Redireccionando...

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lunes, septiembre 11

11 / S

A esas horas estaba en el periódico. Todos los momentos excepcionales de la Historia que han ocurrido en los últimos cinco años me han pillado aquí: desde la muerte del Papa hasta la boda de Farruquito. El día era tan azul y tan bonito que se fueron juntando espontáneamente varios boy-scouts por la calle cantando “madre anoche en las trincheras / entre el fuego y la metralla”. Todavía florecían las playas en aquel septiembre y no quedaba tan lejano el ruido de agosto. Lo único que nos importaba entonces es que se prolongara el verano y continuase aquella dulce cascada de noches blancas cerca de una playa. Plutón era un planeta pequeño pero simpático a los ojos del hombre: poco sabíamos entonces de su caída en desgracia. Pasaban los meses y el mundo apenas tenía noticias de Bush. Era un señor que gastaba perfil bajo, como Bernardo Provenzano: como él, también leía a todas horas la Biblia. De Bin Laden tenía uno noticias lejanas, pero se estaba diluyendo en el olvido. Se sabía que era de una belleza excepcional y así lo hice constar después en una columna que me costó el apelativo de talibán en tiempos de sensibilidades: yo, un pobre esclavo del churrasco que me afeitaba dos veces a la semana. Hubo momentos delirantes aquel día, quizás producto de los nervios y el horror. Cuando los aviones se estrellaron en las Torres Gemelas un locutor dijo: “Esto es muy extraño: está ocurriendo algo”. La psicosis no sólo se extendió en la televisión. Todas las ciudades elevaron su nivel de alerta y en Pontevedra una pareja de la policía nacional armada con gruesos pistolones custodió durante horas la Peregrina: fue nuestra pequeña aportación a la Operación Justicia Infinita. Nos dijeron que aquello iba a cambiar el mundo pero seguimos bebiendo con rabia en las pequeñas plazas de la zona vieja. Estaba lejos Nueva York: tanto como Palestina. Pero sabíamos lo que había pasado: la democratización del terrorismo indiscriminado. Ya nunca morirían los mismos. También nosotros estábamos en la diana: en las oficinas, en los autobuses, en los trenes.

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