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martes, septiembre 12

Domingos Ejemplares (y II)

El pasado domingo encendí pletórico la televisión a las diez y media de la mañana antes de dar cuenta de un cruasán. “El curasán es a la mañana del domingo lo que el caldo y Pepe Domingo Castaño a la tarde”, me dije mientras empantanaba las legañas. No se oía mucho, porque en Sanxenxo hubo el fin de semana concentración de motos y rugía a cada hora el asfalto bajo la mañana nublada. Pero al encender la televisión, a mis ojos se apareció la imagen de un sacerdote bendiciendo a la audiencia, que ya es bendecir. El cruasán se revolvió incómodo. Sin audio, el acto tenía algo de irreal y fantasmagórico. Sólo se oían abajo las motos y los ladridos de su motores, pero en medio del salón yo tenía un cura abriendo las manos, piadoso, invitando a confesarnos al cruasán y a mí. Para evitar su sufrimiento (al cruasán, no al cura) le amputé una pata, la mojé en el cola cao y me la comí sin perder de vista los movimientos del sacerdote. Por qué una televisión pública (pagada, entre varios, por mí) emitía una misa en directo era algo que se me iba escapando poco a poco. Habíamos podido con Sardá, me dije, y enterramos a Urdaci: ¿por qué esto, Señor?, ¿por qué ahora Tú? Después de convocar cada tres meses una manifestación contra Zapatero, ¿la televisión pública le cedía un espacio en el prime-time católico a la turba púrpura de Jiménez Losantos?

Había algo que se me escapaba (y no era el cruasán, ya digerido con violencia). Así que por primera vez en muchos años, lo primero que leí del domingo no fue la crónica de Jaime Peñafiel: me fui derecho a las páginas de televisión. Y entonces vi la luz: Zapatero y Caffarel eran prodigiosos. No sólo habían emboscado en la parrilla mañanera la santa misa con un título fabuloso: El día del Señor, sino que horas antes, en aras de la pluralidad y el equilibrio de poderes (¡el sacrosanto talante!), la TVE programaba Islam Hoy. Y, después, Testimonio. Las mañanas de La 2 eran algo así como un magma espiritual en el que uno tomaba partido por la camiseta de su Dios: un tolerante carrusel religioso en el que sólo se echaba en falta a Pepe Domingo Castaño. “No salir de copas para esto”, pensé. Bebí lo que quedaba del cola cao en dirección a la Meca, y volví a la cama, confundido, rascándome un ateísmo ulcerante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La2 emite programas religiosos precisamente porque es una mezcla de servicio público e interés empresarial: muchos españoles ven La2 los domingos por la mañana para ver la misa, y no son pocos. A mí no me parece mal. Otras cuestión es que quieran meter la religión en el colegio, porque una cosa es el ocio y otra la educación

Anónimo dijo...

Está claro que vivimos en un país plural, gracias quien sea, y que hay una gran parte de la población que es católica(93,63% según la Iglesia- claro que ahí debemos entrar todos los españolitos bautizados lo cual no significa que ahora, que podemos considerarnos, nos consideremos o confesemos católicos- y 81% según datos de otras encuestas menos posicionadas)
Esta gente , al igual que el que firma este blog, paga sus impuestos y estoy seguro de que más de uno pulsaba el “mute” los jueves para no oír a la Berdún explicando como mejorar la practica del sexo anal- en el caso de esta chica más valdría apagar la tele para no ver sus manos que es su mejor arma de comunicación-
¿quién tiene más derecho a no bajar el volumen? Si defendemos las libertades individuales, defendemos las de todos los individuos. No caigamos en los mismos errores de quien no lo hace y pensemos que mientras estén en casa oyendo misa no están manifestándose “a favor de la familia”.